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sábado, 13 de febrero de 2016

No me digas "ven", o sí...

Mi libro de texto de Psicología Social definía el amor como una de las drogas más adictivas, despersonalizantes y nocivas que existen. La combinación de sustancias adictivas endógenas que se genera durante las distintas etapas de enamoramiento, encabezada por los tres neurotransmisores "estrella" del placer, llena de felicidad a muchos afortunados y de frustración a aquéllos que no son correspondidos.

Al margen de mi ya confesa adicción al café y de alguna que otra cerveza, siempre he rechazado el consumo de drogas, he preferido vivir la realidad tal como viene, o eso creía yo, hasta que el libro de Psicología Social me hizo salir de mi error, siendo tan enamoradiza como soy, lo cual me convierte en una drogadicta de primer orden.


¿Por qué nos interesa tanto el amor y por qué nos crea adicción? Neurológicamente hablando, porque la dopamina nos hace sentir capaces de todo, dormir menos horas manteniéndonos en estado de alerta, ser más sociables y ocurrentes, más positivos y más seguros de nosotros mismos. La serotonina nos hace minimizar nuestros errores, relajarnos, facilita la resolución de problemas y trivializa los estresores cotidianos. Por último, pero no menos importante, la oxitocina es, entre otras cosas, inhibidora de las hormonas que responden al estrés, por tanto nos ayuda a relajarnos hasta el punto de peligro (lo que comúnmente se llama "atontao" por el enamoramiento,en mi pue blo, "ennortao") y por sus efectos sobre la zona genital, hace que sean más duraderos nuestros orgasmos, especialmente en las mujeres. ¿Quién puede resistirse a sustancias así, y lo mejor de todo, gratis?

Como dicen en mi pueblo, "ennortao"
Es decir el amor nos convierte en una especie de superhéroes capaces de todo, creativos y de constante buen humor, todo parece estupendo, excepto porque esa maravillosa persona no somos nosotros, porque por amor hacemos y nos comportamos como seres que nunca hemos sido, es decir, porque como en cualquier otro tipo de adicción, perdemos la libertad. No conozco a nadie que no haya hecho locuras y estupideces por amor, y de darse el caso lo compadecería.

Lo paradójico del tema es que cuando estamos viviendo nuestra dopaminérgica versión de nosotros mismos, es justo cuando menos nosotros somos y más el otro. Y como el amor es química y los neurotransmisores también, sus efectos son pasajeros, resultando que cuando transcurren nos tenemos que enfrentar a la terrible realidad: cómo es realmente el otro y si nos acepta tal y como somos nosotros.


Pero mientras tanto, habremos disfrutado sin igual de una serie increible de experiencias, experimentado emociones únicas, reído y llorado por igual, descubierto nuestra faceta más poética y creativa y, con suerte, vivido una etapa de plenitud sexual. Todo eso implica estar enamorado.

¿Deberíamos pretender vivir esto una y otra vez o es más aconsejable sustituirlo por el cariño, la comprensión y la complicidad que constituyen justo la etapa posterior del enamoramiento pasional? ¿Son compatibles ambas cosas? ¿Uno sólo se enamora una vez? No corresponde a los psicólogos dar respuesta a estas preguntas, sino estudiar las respuestas de los distintos individuos, o grupos, porque a veces la expresión del amor está mediada por el grupo social de pertenencia. Sólo diré que después de ver Palmeras en la nieve, película que yo definiría como "hermosamente triste", la conclusión a la que llegué es que los únicos amores que duran toda la vida son los amores imposibles.


Amores imposibles

Obviamente lo razonable sería no enamorarse,no arriesgarse a dejarlo todo, como dice el bolero Si tú me dices ven. De hecho, muchas religiones y filosofías predican la paz a través de la ausencia de emociones, qué pena me dan. Además, está el hecho de que uno no siempre es correspondido, como dice mi devocionado José Sacristán en Un lugar en el mundo, "Dicen que lo importante es amar y no que te amen, los que dicen eso son unos gilipollas".

En fin, que ahora que San Valentín amenaza con salvar la cuesta de enero a muchos comercios, se hace necesario advertir de los riesgos y las amenazas del amor: convertirse en adicto, negarse a uno mismo, hacer estupideces, ser insoportable para los amigos, perder la capacidad de raciocinio...pero como dice una de mis coplas favoritas, "es más vergonzoso no saber amar".

Como conclusión yo diría que si por conocer todos los riesgos eres capaz de controlarlo, entonces es que no es amor.Os dejo una canción de Axel que viene muy a cuento, interpretada a dúo con Vanesa Martín, una malagueña con personalidad, no sólo en su voz, sino toda su música.

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1 comentario:

  1. Es desesperanzador creer (saber) que todo es química. Pero más desesperanzador es no querer comprobarlo. Lo bueno es que, como toda droga, el enamoramiento deja secuelas duraderas, una especie de remanente, inercia, huella o lo que sea que hace que las parejas desenamoradas sigan viviendo la ilusión del amor hasta el final o, por lo menos, durante mucho tiempo después. Por eso es bueno enamorarse a edades tardías. Y por eso en cierto modo es bueno que la vida sea corta.

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