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martes, 29 de diciembre de 2015

Magos por un día

El Juez de Menores Emilio Calatayud ha escrito a los Reyes Magos pidiéndoles salud y amor para todos y que no les traigan móviles con internet a los chavales de menos de 14 años. Ojalá sus majestades le hagan caso, al menos en lo primero, porque lo de los móviles lo veo más complicado. Para una persona atea y poco materialista como yo, los reyes suponen el último y definitivo chantaje de estas fiestas, la trampa eterna de la bolsa o la vida.
Todos los niños occidentales creen en los Reyes Magos, todos los que pueden permitírselo, y somos muchos los padres que nos preguntamos ¿hasta cuándo mantener esta mentira? o, ¿cómo decírselo cuando llegue el momento? (en mi caso esto último se solventó una noche de enero en la que a los Reyes se les cayó un juguete musical por la escalera y mi hija mayor se despertó).
La pregunta de si es bueno ocultar a los niños la realidad es un tópico desde la historia de Buda. El pobre Siddharta tuvo que esperar a ser adulto para hacer una excursión fuera del palacio y descubrir la muerte, la vejez, la enfermedad y la religiosidad. Nosotros los europeos, que criamos a nuestros niños como pequeños príncipes, esperamos a que la vida o los informativos les expliquen en qué consiste todo eso, seguramente por eso, Carla, que la semana pasada perdió a su abuela, ha iniciado su carta a los Reyes con la siguiente frase: “que no se muera nadie más”.

Los cuatro encuentros de Buda
Creo que los niños deben crecer en contacto con la realidad, que vivir como pequeños budas no les beneficiará en su vida adulta, pero también que, como en la vida real, un poco de magia no está mal de vez en cuando. Es mi manera de integrar esta tradición consumista en mi forma de vivir la vida. Los Reyes en casa siempre traen libros, algún juguete, y a veces no traen lo que se les ha pedido con exactitud, porque también hay que entrenar la tolerancia a la frustración. Los Reyes lo son esa noche, pero la administradora de todo lo que traen soy yo, por el resto del año.

Así que por mucho cariño que les tengan nuestros hijos a los Reyes Magos o al ratón Pérez, los personajes principales de su vida ahora mismo somos nosotros, sus padres. Mis hijos no recuerdan con exactitud todo lo que los Reyes les regalaron el año pasado, pero sí se acuerdan de que fui con ellos a la cabalgata, o de cuál fue el juguete que estrenamos juntos al día siguiente. Aprovechemos ese protagonismo del que ahora gozamos para educar el resto del año y seamos magos por un día.

En cuanto a los mayores, a pesar de que soy republicana, todos los años los Reyes me traen algo, más que nada para no tener que dar explicaciones políticas la mañana del 6 de enero. Este año me van a traer el calendario benéfico del equipo femenino de rugby de la Universidad de Oxford, a favor de la lucha contra los trastornos de la alimentación. Es decir, uso a los Reyes para colar un mensaje, que sólo el deporte debería moldear el cuerpo de una mujer, nunca su mente, ni la opinión de otros.



jueves, 17 de diciembre de 2015

Suerte en la vida

Nunca he jugado a la lotería, hace muchos años compré un décimo y tuve la mala suerte de que resultó premiado. La historia tiene su aquél: resulta que un familiar siendo yo niña, me pidió que le comprara dos décimos de una terminación. Yo entré en la administración pero no obedecí, compré dos números distintos: uno con la terminación requerida, y otro que me había gustado a mí, y tocó en éste último.

Al cambio calculo que el premio serían unos 50.000€ de esta época. Los siguientes años tuve que soportar que muchos parientes me pidieran que les comprara lotería con penosos y humillantes resultados, por supuesto. Años más tarde, durante mis embarazos, volví a sentir la humillación de la lotería viendo cómo diversas personas frotaban décimos contra mi tripa, algunas incluso sin pedir permiso. La lotería y yo nunca nos hemos llevado bien, lo único que me gustaba de la lotería era el vals de Doctor Zhivago y ya también pasó a mejor vida.



Estoy en contra de los juegos de azar y a favor del esfuerzo y la lucha para conseguir los sueños. Cuando la gente me pregunta por qué no juego a la lotería, siempre respondo que porque entre mis aspiraciones no figura ser millonaria. Si esta pregunta sucede en Navidad, la respuesta suele ser "no, si yo tampoco, pero no quiero que les toque a todos estos cabrones y a mí no", así que el anuncio tiene razón, lo mejor debe de ser compartirlo.

Muchas veces la belleza es gratis
Y como siempre que hay dinero por medio, en la lotería se dan una serie de contradicciones que a mí desde la barrera me parecen muy graciosas: cristianos que buscan brujitas, décimos que duermen bajo un San Pancracio, premiados millonarios que gastan millones en juegos, matemáticos que predicen el futuro y todos los antisistema que conozco, que juegan a la lotería de Navidad, a pesar de ser una empresa estatal

A pesar de que es Navidad, muchas personas se gastan en la lotería una cantidad indecente, entendiendo por indecente aquélla que alimentaría a un niño, o a una familia, o pagaría vacunas, o libros. Muchas personas que se rasgan las vestiduras porque uno de cada tres niños españoles vive o ha vivido bajo el umbral de la pobreza, lleva un décimo en el bolsillo.


SanPa y su enorme responsabilidad
A las personas que no saben decir no, pero quieren romper con esta tradición esclava que nos compromete (desde los sindicatos hasta la panadería de la esquina), les diría que como ejercicio recuerden los momentos más felices de sus vidas y si el dinero era la causa... que sigan concursando, les deseo suerte en la vida.


viernes, 11 de diciembre de 2015

¿Seré casta?

Qué difícil es ser uno mismo sin que lo insulten en las redes sociales. Esta mañana mientras desayunaba he visto en la televisión las agendas de los distintos candidatos para el día de hoy, y el resumen de las perlas que soltaron ayer. A Rivera le tocó defender a su número tres en Madrid por un desliz en el que debió confundir holocausto con festival benéfico y ETA con organización política, casi ná. Pedro Sánchez dice que ellos hacen campaña para ganar, como única alternativa de izquierdas, lo que me recuerda a un refrán que sólo he oído en Castilla, el que tiene hambre sueña con pan. Rajoy decide rebajar el IRPF a los mayores de 65 años que voluntariamente sigan trabajando, supongo que porque como a su partido, los avala la experiencia. El mejor, como siempre, Pablo Iglesias, que se ha dado un bañito de gloria en la Universidad  de La Laguna, basando de nuevo su discurso en criticar a la casta.

Inevitablemente me hago la pregunta, ¿seré yo casta? Cada vez que se opina contra Podemos en cualquier red social, sus adeptos se apresuran a insultar, a llamar casta al que opina, a más de otras lindezas como estómago agradecido, expresión esta última que nunca he acabado de entender, puesto que la única que alimenta mi estómago y el de mi familia, soy yo. Así que no sé a quién le tengo que agradecer qué.

Como ciudadana de a pie, simpatizo con la animadversión a los bancos que propugna Podemos. Obviamente me repugna que se haya rescatado a las entidades bancarias y dejado hundir a muchos otros, pero el concepto de casta, que inicialmente surgió en las tiendas del 15M para aludir a los bancos y a los grandes partidos (que según ellos eran algo así como los malos de la película), cada vez se extiende más, abarcando prácticamente a todos, quiero decir, a todos los que no piensan como ellos. Es lo que tiene el pensamiento dicotómico, que te encasilla en uno de los dos bandos, el bueno o el malo.  Esto inevitablemente me recuerda el discurso de muchos otros que, con el azucarillo del populismo, acabaron imponiendo la dictadura.



Así que resulta que si me opongo, soy casta, si pienso, soy casta, si voto a otro partido, soy casta, si pago mis impuestos y todo mi salario viene en nómina, soy un estómago agradecido. Creo que no voy a votar a Podemos, porque en su ideario político no encuentro el perfil de votante que quieren, me confundo. También es confuso su apartado dedicado a la transparencia, en el que especifican los sueldos de cada miembro del mismo, e indican que aproximadamente la mitad se dedican a donaciones, sin aclarar si esas donaciones son a favor de Podemos, para salvar a las ballenas o en pro de la liga homosexual, porque eso sí, si eres homosexual no eres casta, aunque existan homosexuales en todas las formaciones políticas, y sea gracias a uno de los partidos de la casta que los homosexuales hoy día puedan contraer matrimonio.

Podemos se define como un intelectual colectivo, cuya única jerarquía es a favor de la comunidad. Esto me recuerda mucho al ideario de Falange Española, así que me he ido a su página web y he hecho una serie de traducciones:

                PODEMOS                                                                     FALANGE

Colectivo de individuos éticamente superior    Unidad de destino en lo universal
Obrero                                                                              Católico
Pueblo en marcha                                                          Cruzada
Élite creadora                                                                  Autoridad, jerarquía y orden
Ciudadanía, ilusión, dignidad y soberanía        Unión, cooperación fraterna, amor




Ambos idearios me resultan igualmente atractivos: hacer la revolución social o católica, acabar con la crisis de fe que es la lepra de nuestra sociedad, con las clases sociales que intentan imponernos su doctrina mayoritaria. Ser un referente mundial de personas con unos valores superiores. Me encanta. Sólo espero que tras el 20D, si no se cumplen sus deseos, Iglesias no amenace con convertirse en calabaza como hizo Kirchner hace un par de días. Iba a hacer el chiste fácil del príncipe azul con Errejón, pero se me ha fastidiado, porque ése ya es sapo.

Íñigo Errejón

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Las campañas las carga el diablo

Mi programa de televisión favorito cuando veía la tele era Las noticias del guiñol. Lo dejaron de emitir porque en este país los políticos y demás personajes de la esfera informativa, tienen la capacidad de autocaricaturarse, y se acababan pareciendo tanto a su guiñol que el programa ya no ofrecía nada relevante. Lástima.
Esta mañana el cielo estaba bastante gris cuando iba a mi trabajo. El día prometía ser gris en general, con la mitad del país desperezándose tras un largo puente y resignándose en volver al trabajo y encontrar el acumulado de cuatro días.  De repente he oído en la radio que se celebra el Día Internacional contra la Corrupción y lo he entendido todo. Supongo que hoy todos deberíamos llevar un lazo gris de luto por la integridad de quienes tienen la oportunidad de gestionar los bienes de otros y la aprovechan para lucrarse.  Y como se suele decir que la corrupción es el cáncer de nuestra clase política, Facebook debe estar hoy lleno de velas para que nuestros políticos y demás gestores se curen de ese mal.

Velas por la curación de los corruptos
No entiendo por qué tiene que haber un día internacional dedicado a la corrupción. No creo que sea algo sobre lo que merece la pena reflexionar. La única reflexión que saco en claro es que en una sociedad democrática los elegidos por el pueblo para gestionar los bienes comunes están al servicio de todos y no al contrario, como parece algunas veces. El caso es que parece haber muchas vocaciones políticas desde que los seminarios están menos llenos (se cambia el púlpito por el escaño), pero no siempre esas vocaciones lo son de servicio público. ¿Se podrá acabar con la corrupción a fuerza de hacer las gestiones públicas más transparentes? Entiendo que en parte sí, aunque el ser humano seguirá enquistado en determinados aspectos de su evolución como desde hace miles de años, y uno de esos aspectos es el egoísmo que prima al individuo sobre la especie, contra toda predicción biológica razonable contraria.

En un día gris, triste y corrupto como éste de otoño tardío, entiendo que uno sólo se puede refugiar en la fe, y resulta que pienso lo mismo que monseñor Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo, que en su homilía del día de la Inmaculada Concepción, entró al análisis político y sugirió que los atentados de París se deben al vacío espiritual de la sociedad europea, que empuja a nuestros jóvenes a vivir vidas vacías (eso en mi época era pasar horas jugando al Tetris, pero ahora debe ser ponerse un cinturón de explosivos). No contento con eso, monseñor, pasó al análisis sociodemográfico y dijo que el problema de la mujer en España es que busca su liberación evadiendo la maternidad (con unas palabras menos amables hacia mi género).

Monseñor Rodríguez Plaza, por la gracia de dios

Me es muy difícil ser respetuosa con personajes así, que siento que no lo son conmigo, en este caso como mujer y ciudadana europea. No estoy a favor del aborto como método anticonceptivo, por supuesto, y además creo que debería ser el último recurso al que se vea forzada una mujer, pero él, como hombre y supuestamente célibe, no creo que deba permitirse opinar tan a la ligera sobre temas que no son de su terreno. No podemos pedir a los imanes que no hagan apología del terrorismo desde las mezquitas y permitir que en las iglesias, que también se mantienen en pie con nuestros impuestos, las pisemos o no, se coaccione a las mujeres sobre cómo manejar su fertilidad, se diga a los dirigentes cómo tienen que obrar y hasta en ciertas ocasiones se pida el voto, que las campañas las carga el diablo.

Vuelvo a casa y me enfrento a una nueva noticia, de corrupción empresarial, no política. Wolksvagen afirma que las supuestas emisiones contaminantes no lo eran tanto, unos 36.000 coches al año (no se sabe cuántos años). Este día, inevitablemente, tenía que ser gris.

A pesar de todo, el día casi ha terminado y yo quiero seguir pensando que el gris sólo es un tono intermedio, una cortina que abre paso a colores más brillantes, a cielos que volverán a llenarse de luz, como el de París.


sábado, 5 de diciembre de 2015

1460 NOCHES

Hola, me llamo Esther, y soy una indecisa.  Así es como me imagino el comienzo de mi próxima terapia, porque por más que me debato internamente, no sé a qué partido votar en las próximas generales. Todo son cuentas atrás, todo son encuestas y siento que ninguna habla de mí, como en la canción de Sabina. No me consuela saber por los informativos que pertenezco a ese 25% de los electores, no me ayudan las encuestas, las estadísticas ni siquiera los chistes gráficos, aunque estos últimos me hacen reír. Quiero decidirme y no lo consigo.




Uno de los principales defectos que tiene el quehacer político en este país es que se vota a un partido pero toda la campaña se centra en el candidato a presidente, cosa que engrosa el ya crecidito ego de los susodichos candidatos y filtra toda la información, puesto que llega a ser más relevante si Albert Rivera lleva corbata a qué piensa su partido sobre inmigración ilegal o aborto o educación (en esto último da igual, la ley de educación es la menos orgánica de todas, se respeta menos en este país, que los derechos humanos en ciertas partes del mundo). Voy a hacer un repaso por los cuatro líderes principales para justificar mi indecisión, y mi necesidad de terapia… sigo el orden que dictan las encuestas.

Mariano Rajoy, estoy pensando qué puedo decir de él que no lo ridiculice, en fin, es uno de los pocos hombres del mundo que aun teniendo barba no me resulta atractivo. La frase estándar de Rajoy en esta campaña es algo así como que España no está para experimentos (vaya, en esto estoy de acuerdo) y que por tanto no debemos darle oportunidad de gobernar a gente sin experiencia. La experiencia nos avala, creo que es su slogan. Usando un símil paternalista, para no desdecir con la filosofía de su partido, yo diría que a ser padres tampoco se nace sabiendo, es la labor más importante a la que se enfrenta una persona, y no todo el mundo por inexperto mete la pata. En fin, de Rajoy no me gusta nada, aparte de que no considero que haya gobernado él, y que se rodea de los mismos de siempre, por lo que las nuevas ideas y tendencias, si las hay, no afloran en este partido. Hablando honestamente pienso que en lo económico, el país está mejor que hace cuatro años, pero no por los datos estadísticos a los que tengo acceso, sino por lo que veo en mi día a día, en la calle, en mi ciudad, en mi pequeño círculo, en los atestados centros comerciales de gente consumiendo. Rectifico, no sé si eso es estar mejor, pero el dinero circula, al menos el dinero que nadie ha robado aún.




Albert Rivera hasta la fecha no me cae mal, como dicen en Castilla, es majo. Lo que pasa es que mi instinto animal me hace desconfiar de lo desconocido, especialmente de esas largas filas de desconocidos que figuran en sus listas, muchos de ellos tan oportunistas y electoralistas como sus innovadoras y arriesgadas propuestas (eliminar el Senado). Y tengo miedo, temo que muchos de ellos estén tentados por ese segundo y repentino puesto que les otorgan las encuestas, que se vean de la noche a la mañana con la oportunidad de gestionar, y hayan llegado ahí con otras intenciones. Esto me recuerda a la escena de Superman, cuando el maravilloso y ultrairacundo Perry White, director del Daily Telegraph, se pregunta si hay palabras que inexorablemente, están condenadas a ir siempre juntas, como judías y chorizo, o política y corrupción.  En fin, y como dice una de mis citas favoritas de la Biblia, puesto que no eres frío ni caliente, te vomitaré (Apocalipsis 3,16). Echo un vistazo por encima al programa de Ciudadanos, y no encuentro claras posiciones respecto a muchas cosas, tibiedad. 




Pedro Sánchez debe ser algo así como el hijo que Zapatero y Rubalcaba nunca tuvieron, por suerte. No tiene carisma, no tiene argumentos, no tiene dialéctica y tampoco sabe callarse a tiempo, pero tiene una sonrisa imperturbable que lo mantiene a flote. Vale, puede que le tenga manía, pero es que yo siempre he preferido a Carme Chacón, tanto, que probablemente no estaría indecisa si ella fuera la candidata de este partido. ¿Qué ha hecho Pedro Sánchez con esa maravillosa oportunidad que le ha dado la vida de aprender durante cuatro años de oposición? Nada. Improvisar, decir lo que parece que los ciudadanos quieren oír, mejor dicho, lo que quienes contestan las encuestas quieren oír. Cada vez que improvisa, que es cuando se le escapa su propia opinión, mete la pata. Entonces aparece al rescate su gabinete femenino, que es algo así como la parada de los monstruos, feas por fuera y por dentro, furiosas feministas que casi siempre lo empeoran todo. Pedro presume de que es el partido más feminista de España, pero estoy en su web y sólo veo su foto, no consigo encontrar a las candidatas, por suerte para mí.




Y por último, quien nos liberará de la opresión imperialista, Pablo Iglesias. No quiero hablar muy mal de él, porque sé que pronto se suicidará, como dice el chiste, arrojándose desde lo alto de su ego. Sólo diré que a los comunistas se les pide lo que se decía de la mujer del César: no sólo ser decente sino parecerlo. De Marx se dice que llegó a dejar morir de hambre a tres de sus hijos (fue por tuberculosis y bronquitis causadas por las malas condiciones a las que su ajetreada vida llevaron a toda la familia). Yo a Pablo no le pido tanto sacrificio. De todos los datos que ofrece publicar en virtud de la transparencia, sólo quiero que haga público el informe de su vasectomía, para mi tranquilidad. Da igual, me consta que habrá muchos más como él, es más, pronto algún fabricante textil se llenará el bolsillo con camisetas que pongan Yo fui engendrado en el 15M, porque allí, además de hacer el amor y dar mucha guerra, fue donde personajes como Iglesias o Errejón, decidieron erigirse en adalides de los desesperados, de ésos que creían que no tenían voz hasta entonces, de aquéllos a los que empezó a molarles la política porque se hacía en tiendas de campaña. Aún así, y volviendo a las generales, frente a este candidato no me siento indecisa, sino ofendida. Me ofende su descaro, su chiste fácil y soez, su utilización de la desesperación de muchos para prometer una salvación que está muy lejos de ser tal, su desprecio por los que tienen una posición a costa de luchar por ello. Comunismo no es conseguir que el neurocirujano cobre lo mismo que el barrendero, sino que todo el que aspire a ser neurocirujano, pueda serlo.




Dado que no saco nada en claro de los cuatro candidatos, voy a los programas y me acuerdo de lo que continuamente me preguntaban los alumnos cuando era profesora de literatura (todos tenemos un pasado)  y les mandaba leer un libro. ¿De esto, no han hecho película? Y yo siempre les decía que sí. que yo la había visto para no poner en el exámen lo que salía en la película, aunque obviamente era mentira. Creo que voy a ver el debate, que es como una película, porque tengo muchas lecturas pendientes en torno a las 300 páginas, cosas que de verdad me cambiarían la vida, o me la harían más agradable.

Cuando ya estaba a punto de terminar esta entrada, he oído en la radio que la Universidad Complutense en colaboración con otras universidades, ha elaborado un programa para gente como yo, indecisa, y me he ido directamente a la web del mismo, que se llama Horizonte 2015. En virtud de la transparencia, publico mis resultados, aunque confieso que sigo indecisa.




Este programa me ha gustado bastante, aunque está basado en datos muy simples, no en programas electorales concretos, por razones de tiempo, según decía su director en la radio. Utiliza los argumentos que más pueden distanciar las posiciones de uno u otro partido y los enfrenta en la encuesta para determinar la posición del encuestado. Lo que más me ha gustado es que después, te ofrece las respuestas que cada partido da a la misma encuesta. Curiosamente Ciudadanos es el que en mayor número de ocasiones contesta Ni de acuerdo, ni desacuerdo, ¿por qué será?

Lo peor no es qué partido saque más votos, sino qué coalición extraña se aliará para conseguir gobernar esta isla política a la deriva que es España. Me acuesto cada noche pidiendo a dios que ilumine mi decisión, pero probablemente porque soy atea, esa luz no llega. Confieso que en ocasiones he votado en blanco, pero esta vez no quiero hacerlo, quiero decidirme. Cuatro años son 1460 noches. No quiero pasar en vela las próximas 1460 noches pensando que no tuve nada que ver, que no fui partícipe de aquello que nos sobrevenga.




martes, 1 de diciembre de 2015

Rosas en la niebla

El domingo me perdí con mi hija pequeña en la montaña como se perdía Cipriano Salcedo en los callejones del húmedo barrio de San Pablo, inmersas en una profunda y húmeda niebla que mojaba todo (incluidas nosotras) y no nos permitía ver más allá de diez pasos. 


 La niebla es uno de los fenómenos meteorológicos más difíciles de asumir para una andaluza afincada en Valladolid: días enteros sin ver el sol, sin ver casi la casa de enfrente, aprender a conducir dentro de una nube perenne. Sin embargo el domingo, lo convertimos en una aventura: ver el paisaje otoñal en toda su autenticidad, o lo poco que del mismo se dejaba ver.



 Nos adentramos en el bosque de pinos enfrentadas a dudas semejantes a las que asaltaron a nuestro amigo Cipriano: en su caso, las de la fe en la doctrina católica, en el nuestro, la fe en que nuestro sentido de la orientación nos permitiera terminar el archiconocido recorrido con éxito.


Nuestro archiconocido recorrido
Paseábamos buscando las huellas de la niebla en el paisaje, ésas que si todos los días saliera el sol no habríamos llegado a conocer, recreándonos en la humedad del suelo que delata el paso de distintos animales, las gotas titilantes, la variedad de setas, líquenes y musgos que durarían poco bajo el maravilloso sol de mi tierra, ése que aquí los días como el domingo, ni se sospecha. Cuando llegué a Castilla hace quince años, mi estado de ánimo era luminodependiente, o como diría un psicólogo, tenía episodios de trastorno afectivo estacional. Recuerdo especialmente una convalecencia de varias semanas en la que, desde mi cama, veía sólo el cielo por la ventana de la habitación, y todos los días tenía tonalidad de cuaresma: lunes de ceniza, martes de ceniza, miércoles de ceniza…y así hasta el domingo y vuelta a empezar. Creo que fue mi peor etapa, en lo personal y en lo meteorológico. Con el tiempo, sin embargo, aprendí a valorar el hecho de que el sol, aunque no lo veamos, sigue ahí, y aparece el día menos pensado.

 Con el paso de los años incluso he conseguido que la niebla no me disguste, como el domingo: sumergirme en ella y disfrutarla. En realidad, todo lo tenebroso es siempre más interesante por la intriga de lo desconocido. Pasa esto en los personajes del cine, por ejemplo: a nadie le gustaría tener un asesino múltiple como vecino, pero en la pantalla, con la seguridad que nos proporciona la butaca de cine o el sofá de casa, nos interesan los asesinos múltiples, terroristas, violadores, ladrones de bancos, traidores a la causa y una larga lista de personajes de, digamos, nebulosa reputación. Y claro está, casi ningún director se atreve a hacer una película sobre la vida de una limpiadora (excepto Ken Loach, que yo sepa).


Y respecto al sobrevalorado sol, la Agencia Espacial Europea ya ha advertido de que una de las posibles causas que acabaron con la atmósfera de Marte fueron unas potentes llamaradas solares, y que nuestro planeta sería el próximo en la lista, caso de volver a producirse este fenómeno en la actividad del Sol. Es decir, estamos expuestos a que la actividad de nuestra estrella favorita acabe condenándonos al mismo final que sufrió el pobre Cipriano Salcedo “a veintiocho días del mes de mayo de mil quinientos cincuenta y nueve”.

El final de Cipriano o su liberación



En fin, si ése es nuestro destino, no servirá de nada haberse convertido al catolicismo. He revisado cuidadosamente el santoral y no he localizado ningún santo que tenga poderes protectores contra las llamaradas solares. Por mi parte, si tuviera ocasión de elegir, espero que el fenómeno solar me sorprenda como les ocurrió a los amantes de Pompeya, o como dice una de mis canciones favoritas, que sean unos brazos de sol los que acaben conmigo.

Amantes de Pompeya