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jueves, 17 de diciembre de 2015

Suerte en la vida

Nunca he jugado a la lotería, hace muchos años compré un décimo y tuve la mala suerte de que resultó premiado. La historia tiene su aquél: resulta que un familiar siendo yo niña, me pidió que le comprara dos décimos de una terminación. Yo entré en la administración pero no obedecí, compré dos números distintos: uno con la terminación requerida, y otro que me había gustado a mí, y tocó en éste último.

Al cambio calculo que el premio serían unos 50.000€ de esta época. Los siguientes años tuve que soportar que muchos parientes me pidieran que les comprara lotería con penosos y humillantes resultados, por supuesto. Años más tarde, durante mis embarazos, volví a sentir la humillación de la lotería viendo cómo diversas personas frotaban décimos contra mi tripa, algunas incluso sin pedir permiso. La lotería y yo nunca nos hemos llevado bien, lo único que me gustaba de la lotería era el vals de Doctor Zhivago y ya también pasó a mejor vida.



Estoy en contra de los juegos de azar y a favor del esfuerzo y la lucha para conseguir los sueños. Cuando la gente me pregunta por qué no juego a la lotería, siempre respondo que porque entre mis aspiraciones no figura ser millonaria. Si esta pregunta sucede en Navidad, la respuesta suele ser "no, si yo tampoco, pero no quiero que les toque a todos estos cabrones y a mí no", así que el anuncio tiene razón, lo mejor debe de ser compartirlo.

Muchas veces la belleza es gratis
Y como siempre que hay dinero por medio, en la lotería se dan una serie de contradicciones que a mí desde la barrera me parecen muy graciosas: cristianos que buscan brujitas, décimos que duermen bajo un San Pancracio, premiados millonarios que gastan millones en juegos, matemáticos que predicen el futuro y todos los antisistema que conozco, que juegan a la lotería de Navidad, a pesar de ser una empresa estatal

A pesar de que es Navidad, muchas personas se gastan en la lotería una cantidad indecente, entendiendo por indecente aquélla que alimentaría a un niño, o a una familia, o pagaría vacunas, o libros. Muchas personas que se rasgan las vestiduras porque uno de cada tres niños españoles vive o ha vivido bajo el umbral de la pobreza, lleva un décimo en el bolsillo.


SanPa y su enorme responsabilidad
A las personas que no saben decir no, pero quieren romper con esta tradición esclava que nos compromete (desde los sindicatos hasta la panadería de la esquina), les diría que como ejercicio recuerden los momentos más felices de sus vidas y si el dinero era la causa... que sigan concursando, les deseo suerte en la vida.


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