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jueves, 26 de noviembre de 2015

Gracias Pelayo

Para ser un país de caínes dialogamos mucho, muchísimo. Nos pasamos la vida entre mesas de negociación y comisiones de control, pero como decía Machado, mayormente bostezando, o muriendo, pero sin pronunciarnos.


 Mañana se cumplen dos semanas de los atentados de París y cada día vemos a Hollande volar de un rincón a otro del mundo buscando aliados y ¿qué ha dicho el vecino más cercano? Nada. O casi nada. Hoy, se han reunido algunos partidos políticos, ni siquiera todos, para decir que hacen "un pacto contra el yihadismo". Faltaría más, después de catorce días, por lo menos a algunos de nuestros políticos les repugna lo que pasó en París, que no a todos.

Hollande está consiguiendo compromisos de apoyo por doquier: Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, una débil palmadita de Italia y nosotros seguimos dialogando. Hasta de la sangre se saca en este país rédito electoral. Europa responde, España comunica. Continuamos en la España del vuelva usted mañana, ésa que hizo que se suicidara Larra. Mientras tanto, aunque no hagamos más que dialogar, resulta que estamos en una lista de países objetivo del Daesh, que asegura que su califato se extenderá por encima de nuestras fronteras y poco menos que arderemos en las llamas de su guerra, santa, claro está. ¿Se puede dialogar con el Estado Islámico? Podemos, mientras nos queman en una jaula, degüellan a nuestros periodistas, crucifican cristianos, acribillan a balazos a niños o masacran obras de arte (sólo sé esto de oídas, porque no he sido capaz de ver ninguno de los vídeos que desgraciadamente pululan por la red sobre estas atrocidades, pero están sobradamente documentadas). 


Bueno, todo eso pasa lejos, nosotros dialoguemos, mientras nos cuelan la semilla del terror a través de la red, reclutan a nuestros jóvenes para su terrible causa, organizan atentados en nuestro territorio y hasta viven de nuestras subvenciones y con ellas se fabrican centros de reunión a los que, en ocasiones, llaman mezquitas. No quiero ofender a nadie, tengo amigos musulmanes, desde mi ateísmo respeto a todos, mejor dicho, a todos los que me respetan a mí, que sólo creo en la química (y porque dicen que el amor es química, que si no, ni eso).

Y como en este país de charanga y pandereta tiene que haber de todo, salen voces como la de Juan Luis Cebrián, que hace unos meses, tuvo el atrevimiento de culpar a Pelayo, por iniciar una insidiosa reconquista que expulsó a los musulmanes de nuestro territorio. Se supone que ahí empezó todo. Entiendo que después de aquellas palabras, el señor Cebrián donaría sus propiedades al Daesh para autoexculparse, además de pedir públicamente perdón a los más de mil millones de habitantes de América porque Colón les presentó en nuestro nombre a los hermanos Cortés y posteriormente al sarampión, amén de un largo ectétera, que para estragos históricos nos bastamos en este país. 

Si Pelayo no hubiera iniciado su campaña, otra guerra territorial disfrazada de religiosa (no aprender de nuetros errores es lo que va a hacer que nos extingamos como especie), seguramente seríamos un estado musulmán con aspiraciones democráticas, encenderíamos una vela a Europa y otra al Daesh, y quizás esa bipolaridad nos podría hacer derribar aviones rusos que violaran nuestro espacio aéreo, quién sabe. Si Pelayo no hubiera iniciado la reconquista, probablemente las mujeres de este país apenas tendríamos acceso a la educación, ni a la información (mucho menos internet), sufriríamos vejaciones desde niñas por el hecho de ser mujeres, destacando entre ellas, la humillante ablación del clítoris, no podríamos decidir casi ningún aspecto de nuestras vidas, incluida la libre elección de la creencia, que es parte esencial  del ser humano, puesto que eres y te comportas como aquello en lo que crees.



Pelayo nos sumió en varios siglos de Edad Media oscura y terrible. En nombre de la fe cristiana, se hicieron cosas horribles, muchas de ellas en América, qué casualidad, otra vez religión unida a intereses territoriales. Los musulmanes del siglo VIII, como muchos musulmanes actuales, eran cultos, avanzados, liberales y limpios, mucho más limpios que los cristianos. No es su fe, la que nos enfrenta, la que nos condena a no entendernos, es su utilización como vehículo de un adoctrinamiento que anula la persona y la convierte en brazo ejecutor de órdenes, en peón del ajedrez que ellos mismos nos trajeron.

Pelayo sólo cumplió su papel en nuestra historia, que por lo demás tiene muchos otros episodios avergonzantes. Creo, y en eso doy la razón al señor Cebrián, que habría sido maravilloso poder mantener la convivencia entre las tres culturas de la que gozaron durante siglos ciudades como Toledo o Córdoba. Lo que pretende el Estado Islámico no es la Europa de las tres culturas, son terroristas, aunque los partidos que no han firmado el pacto antiyihadista no los consideren como tales y algunos que sí lo han firmado lo acepten con la boca pequeña. Y los terroristas no dialogan.

Gracias Pelayo, porque seguramente es por ti que aún conservo mi clítoris, ése que están a punto de perder 4 millones de mujeres y niñas en Irak. Y nosotros, bostezando.




martes, 24 de noviembre de 2015

Da la cara

Esta mañana me he levantado con una nueva convocatoria por WhatsApp, en esta ocasión para protestar contra el feminicidio sustituyendo nuestra imagen de perfil por un lazo violeta en señal de protesta. En lo que va de año, 48 mujeres han muerto a manos de sus parejas, no considero que ninguna de esas muertes fuera un feminicidio, ninguna murió sólo por su condición de mujer, murieron porque no supieron escapar a tiempo, porque no denunciaron, porque no pidieron ayuda, porque nadie acudió a sus gritos, porque no se defendieron o no tuvieron oportunidad de hacerlo, porque confiaron en la persona equivocada, porque estaban en el lugar equivocado, porque creyeron que estaban solas, porque alguien les dijo que había que aguantar.

Lo repugnante de estas muertes es que se producen a manos de la persona en quien más has confiado, aquélla con la que has hecho tu proyecto de vida, quién nunca pensarías que te iba a dañar. Tengo hijas, no pienso que nadie las vaya a asesinar por ser mujeres, tengo un hijo, no creo que sea un asesino en potencia.

Lo siento, no creo en el poder de los lazos. No necesito mostrar con un lazo que estoy en contra de la violencia de género, de la violencia en general, la simple duda me ofende. Creo que es el momento de pensar de verdad en por qué a pesar de las campañas institucionales o sociales, de las penas cada vez más disuasorias y de las medidas judiciales protectoras, estos asesinatos siguen aumentando, además de los casos de maltrato que no tienen tan terrible final.


Siempre he odiado los estereotipos. Soy mujer, heterosexual, me encantan los hombres y me gustan precisamente aquellas cosas que nos diferencian de ellos. Nunca he considerado que tuviera que pedir permiso para tener los mismos derechos y privilegios que un hombre, simplemente me los he tomado como propios. Convertir el problema de la violencia de género en una guerra de géneros, en la que ensalzar las bondades de un género se consigue demonizando los defectos del otro no es el camino. El problema de la violencia de género es social, afecta a toda la sociedad (hay casos en cualquier estrato social, en cualquier lugar de nuestra geografía) y por tanto es la sociedad quien debe resolverlo, apoyándose en las instituciones, por supuesto. 


Ésta es mi propuesta: da la cara contra la violencia de géneroCoeduca a tus hijos e hijas en la igualdad, no fortalezcas la guerra de sexos. No repitas los estereotipos, no cuentes chistes feministas, ni machistas (yo misma lo he hecho). No alimentes el odio contra el príncipe azul, enseña a tus hijos a decir no, a ser valientes, a amar las diferencias, a dialogar. Denuncia todas las situaciones de desigualdad que tengas al lado, ofrece ayuda, pregunta a esa vecina que hoy tiene mala cara, mantente alerta, escucha lo que te cuentan tus hijos del colegio. Y nunca, jamás, conviertas a tu padre a tu marido a tu hermano a tu hijo en un asesino usando la terrible frase "todos los hombres son iguales", porque precisamente quien me ha convocado a la campaña esta mañana, ha sido un hombre. Creo que cuando consigamos hacer todo esto, nos podremos poner un lazo, o incluso una medalla, que merecida la tendremos.

Y a pesar de que la Ley Orgánica contra la violencia de género los deja fuera, porque sólo considera víctimas a las mujeres, ser hombre no te protege de sufrir una agresión por parte de tu pareja, y desgraciadamente son muchos los hombres que mueren cada año de esta forma.




lunes, 23 de noviembre de 2015

Rendidos al arte

En Valladolid hay un sitio donde se enseña a vivir bailando. Hay muchas formas de vivir, también hay muchas escuelas de baile, pero mis hijas van a Bailarte, que es una escuela de baile y vida. Las dos hermanas que la gestionan, Amaya y Macarena López Menchero, son un ejemplo diario de trabajo y esfuerzo, tanto para los alumnos como para nosotros, los padres.

En Bailarte se aprende ballet, se aprende flamenco, se aprende a bailar sevillanas y se aprenden danzas urbanas, además de teatro y canto, pero también se aprende respeto, disciplina, tolerancia, esfuerzo, autonomía y muchos otros valores que como mejor se pueden enseñar es con el ejemplo. Porque tan importante es recibir una clase maestra de las bailarinas del ballet de Moscú, como ir a bailar en Navidad a la residencia de ancianos de nuestro barrio para alegrarles un poco el día a los abuelos que allí están.

Bailar genera endorfinas, tonifica la musculatura y nos relaja. Ayuda a combatir el estrés, mejora la autoestima y la propiocepción, facilita la cooperación y el trabajo en equipo y nos permite expresar emociones usando la música como hilo conductor y a nuestro propio cuerpo como canal de comunicación. Nos hace evadirnos, nos oxigena y mejora nuestra autoestima. 


Hoy las hermanas López Menchero han reinaugurado su escuela, ubicada desde principios de este curso en un nuevo local de la calle Velázquez, más grande, más equipado, pensando siempre en los alumnos. La celebración ha consistido en un festival de actuaciones de la escuela que hemos disfrutado todos los que nos consideramos parte de esta gran familia llenando el Auditorio de la Feria de Muestras. 

Escribo esta entrada para agradecer a Amaya y Macarena su profesionalidad, su dedicación y el cariño que han demostrado hacia los alumnos, así como la ilusión que ponen en cada nuevo proyecto y el interés que muestran por las familias que llevamos allí a nuestros hijos. Es un entusiasmo contagioso el que transmiten y por eso los acompañamos en todos sus proyectos, y con ellas bailaremos siempre hasta caer rendidos, rendidos al arte.




domingo, 15 de noviembre de 2015

Teatro a barlovento

Hoy hemos cenado sopa de pescado. Mi hija pequeña y yo hemos tenido la suerte de amarrar en el teatro Calderón, en la clausura de los Encuentros Te-Veo 2015, con Gorakada Teatro, no podía imaginar un final mejor.

La obra de esta tarde era  Moby Dick, en una fantástica adaptación de Julio Salvatierra. Gorakada, una vez más, ha demostrado que quienes cuentan la historia son las personas, no los escenarios, y con una escenografía simple pero original nos ha llevado de un puerto a la mitad del océano, nos ha hecho reír y casi llorar y nos ha despedido bailando con la promesa de encontrarnos en otro puerto. 

E igual que hay ballenas que sí saben cantar, también hay compañías que integran la música en directo dentro de la escena, y así, de la mano del maravilloso Fran Lausen hemos aprendido que un violín puede sonar como el resoplar de un cachalote, y nos hemos emocionado a ritmo de pizzicato esperando a que Moby Dick apareciera, y hemos bailado Katiusha con el acordeón de Unai Laso.



Hacer divertida una historia como ésta no es fácil, hacerla tierna, menos aún. Desde aquí quiero agradecer a Gorakada teatro lo que nos han hecho disfrutar esta tarde y a la Asociación Te-veo por pensar en el público infantil. Gracias a su selección de espectáculos, ayer pudimos ver a Joan Miró convertido en coreografía de la mano de Arcaladanza. Esperamos con gran ilusión cada año el mes de noviembre para ver teatro a barlovento.


sábado, 14 de noviembre de 2015

Algunas varitas sí que son mágicas

Esta noche me han disparado los contrabajos, me he enfrentado al ejército japonés a orillas del río Kwai y he hecho el amor con Lara Antipova. No es que haya hecho un maratón de cine en casa, aunque las nieblas del día invitaban a ello, es que he asistido al maravilloso concierto de la Film Simphony  Orchestra, un concierto para cinéfilos y amantes de la música sinfónica, o según los objetivos que mueven a su director, para cinéfilos que se acercan a dicha música.

Constantino Martínez-Orts, cuyo currículum es más extenso que sus vestiduras, y ya es decir, en su afán por divulgar la música sinfónica decidió especializarse en música de cine, y así surgió la Film Symphony Orchestra, que es capaz de transportarte al cine con los ojos cerrados y así recorre España en su gira anual llenando cualquier recinto al que se enfrenta, incluido Las Ventas,  con 10.000 personas en su último concierto.
Desde mi fila 15 me siento en un bosque: los violines son las ramas de los árboles, meciéndose con el viento, y a su lado tintinea un arroyo maravillosamente pulsado por Ana Reyes, la arpista. La flanquea al piano Bautista Cármena, especialmente protagonista en temas como La teoría del todo, que a mí me ha encantado. Detrás los instrumentos de viento, desde la dulzura de las flautas hasta el fragor de los trombones y al fondo, como siempre, la percusión disciplinada o terrible, según su intensidad.


Cada intervención del programa resume una película en una interpretación musical de tres o cuatro minutos. En cada una de ellas cobra protagonismo un instrumento, así tenemos el solo de flauta en E.T., el apasionado duo de violines en Leyendas de pasión o el acordeón en Doctor Zhivago.

El entusiasmo del director es contagioso y se percibe en cada saludo al público, pero la respuesta del público es proporcional. Parece estar esperando con ansia la última nota de cada tema para aplaudir con fervor. Cuatro bises hemos conseguido, y en uno de ellos bailaron hasta los contrabajos. En otro. Constantino propone al público hacer una intervención a medias, silbando la canción de El puente sobre el río Kwai mientras la orquesta toca piano de fondo, así que hoy puedo decir que Martínez-Orts me ha dirigido. Aún ahora, mientras escribo, revivo parte de la emoción del concierto escuchando el cd de la pasada gira, que por supuesto me compré.



El concierto se termina, inevitablemente. Antes he estado corriendo entre dinosaurios, luchando por la supervivencia del planeta y al pie de las colinas del Ngong, y todo esto porque algunas varitas, o batutas, sí que son mágicas.

Verdugos a la carta

La muerte no reivindica nada, no defiende nada, no da razones, las quita. Anoche París fue sumido en la barbarie, ante la espantada mirada de toda Europa, en directo, por la televisión, por internet. Yo era una de esas personas que veían horrorizadas cómo llegaban ambulancias y sólo salían cadáveres. Recordaba entonces cuando estuve como psicóloga voluntaria en el 11M, en el IFEMA, acompañando a los familiares de las víctimas: allí había miles de personas sufriendo, y les daba exactamente igual si había sido ETA o Al Qaeda quien había perpetrado aquella catástrofe, sólo tenían su sufrimiento, su pérdida.

Ayer leí que Estados Unidos había comunicado la muerte del tristemente famoso verdugo del Estado Islámico. No me alegré por ello, pensé, como se está confirmando, que ellos tienen verdugos a la carta. Es fácil matar si uno está convencido, si hay un paraíso esperando. Matar impunemente, sin posibilidad de réplica, a una persona atada e indefensa, inmolarse en un mercado lleno de niños (aunque esté al lado de una comisaría), entrar en una discoteca donde sabes que nadie tiene un arma, que no hay respuesta posible.

Sembrar el miedo, desestabilizar, e imponer su ley y su desorden es lo que pretenden. Quieren invadirnos, iniciar una guerra y la religión sólo es un hilo conductor, una excusa para captar adeptos, para engañar a quienes necesitan creer. Me gustaría saber qué piensa alguien antes de inmolarse en medio de la multitud, probablemente piense que está entrando en la historia. Pues bien, desde aquí quiero decir que no es así, simplemente está acabando con su propia historia. Y si son muchos los verdugos, más somos los que no vamos a consentir que nos impongan su reinado medieval.

Soy París, soy Londres, soy Madrid, soy la maratón de Boston, soy un avión ruso que cruza el Sinaí y voy a ser todas las cosas que tenga que ser hasta que acabemos con los asesinos de nuestra libertad. Estamos en guerra, y esta guerra la vamos a ganar. Quieren imponernos la Edad Media, y va a ocurrir de nuevo como entonces: la luz de la razón acabará con las tinieblas de la barbarie. La torre Eiffel volverá a brillar.


martes, 10 de noviembre de 2015

El tejado de mi ópera

El tejado de la ópera de Praga está ornamentado por diversas estatuas de músicos que hicieron méritos en su momento para merecerse un lugar así, Mendelssohn entre otros. A pesar de que el padre de Mendelssohn abandonó tempranamente la fe de Abraham y sus hijos no recibieron educación religiosa, cuando los alemanes llegaron a Praga, una de las primeras órdenes de "limpieza" fue desmontar la estatua de aquel músico judío degenerado del tejado de la ópera. La novela Mendelsohn está sobre el tejado, del checo Jiří Weil, cuenta cómo ocho obreros checos fueron enviados allí por su capataz, un tal Julis Schlesinger. Ni Julis ni los ocho obreros tenían conocimientos musicales como para distinguir la fisonomía de Mendelssohn entre todas las estatuas de músicos de aquel tejado, pero a ninguno se le ocurriría, dadas las circusntancias, bajar a preguntar al oficial de la SS de turno. La novela cuenta en su primer capítulo cómo, tras un pequeño debate, los obreros deciden tirar la estatua que tenga la nariz más grande, considerando éste atributo suficiente de la apestosa sangre judía, así que, tras fijarse bien, comienzan a desmontar la del devocionado Wagner...

Ópera de Praga coronada por sus músicos
Seguramente si los alemanes hubieran ganado la II Guerra Mundial, millones de personas no habrían podido casarse con la marcha de Mendelssohn, aunque no creo que por ello les hubiera ido mejor o peor, igual se habrían casado y siempre es mejor sellarlo con un toque musical, supongo. Los alemanes no ganaron la guerra, pero algo de su filosofía debió quedar en Europa, porque aún mantenemos las alertas sobre a quién debemos arrojar de nuestro tejado, según el día. Veo el informativo y me entero de que hoy llegan los primeros refugiados sirios a Madrid, y cualquiera sentaría un sirio en su mesa, sin embargo, entro en cualquier red social y hay auténticas campañas para arrojar de nuestro tejado a cualquier producto que parezca ser catalán, aunque no lo sea, aunque sólo esté en esa lista de supuestos productos catalanes por tener la nariz grande. Lo más gracioso es que quienes promueven ese tipo de boicot lo hacen enarbolando un nacionalismo, presumiendo de amor a la patria y cargando contra aquellos que supuestamente la quieren desmembrar.

Yo por convicción soy internacionalista. Ser nacionalista es lo natural, no serlo sería como no amar a la propia madre, pero sin negar lo propio, dar sitio en nuestro tejado a quienes vienen de fuera y lo merecen, es lo que nos puede hacer crecer. Quiero que en mi tejado crezcan muchos Mendelssohn, o al menos todos los que yo quiera que estén, no los que me digan. Pienso, luego no me da miedo sentirme diferente.