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martes, 10 de noviembre de 2015

El tejado de mi ópera

El tejado de la ópera de Praga está ornamentado por diversas estatuas de músicos que hicieron méritos en su momento para merecerse un lugar así, Mendelssohn entre otros. A pesar de que el padre de Mendelssohn abandonó tempranamente la fe de Abraham y sus hijos no recibieron educación religiosa, cuando los alemanes llegaron a Praga, una de las primeras órdenes de "limpieza" fue desmontar la estatua de aquel músico judío degenerado del tejado de la ópera. La novela Mendelsohn está sobre el tejado, del checo Jiří Weil, cuenta cómo ocho obreros checos fueron enviados allí por su capataz, un tal Julis Schlesinger. Ni Julis ni los ocho obreros tenían conocimientos musicales como para distinguir la fisonomía de Mendelssohn entre todas las estatuas de músicos de aquel tejado, pero a ninguno se le ocurriría, dadas las circusntancias, bajar a preguntar al oficial de la SS de turno. La novela cuenta en su primer capítulo cómo, tras un pequeño debate, los obreros deciden tirar la estatua que tenga la nariz más grande, considerando éste atributo suficiente de la apestosa sangre judía, así que, tras fijarse bien, comienzan a desmontar la del devocionado Wagner...

Ópera de Praga coronada por sus músicos
Seguramente si los alemanes hubieran ganado la II Guerra Mundial, millones de personas no habrían podido casarse con la marcha de Mendelssohn, aunque no creo que por ello les hubiera ido mejor o peor, igual se habrían casado y siempre es mejor sellarlo con un toque musical, supongo. Los alemanes no ganaron la guerra, pero algo de su filosofía debió quedar en Europa, porque aún mantenemos las alertas sobre a quién debemos arrojar de nuestro tejado, según el día. Veo el informativo y me entero de que hoy llegan los primeros refugiados sirios a Madrid, y cualquiera sentaría un sirio en su mesa, sin embargo, entro en cualquier red social y hay auténticas campañas para arrojar de nuestro tejado a cualquier producto que parezca ser catalán, aunque no lo sea, aunque sólo esté en esa lista de supuestos productos catalanes por tener la nariz grande. Lo más gracioso es que quienes promueven ese tipo de boicot lo hacen enarbolando un nacionalismo, presumiendo de amor a la patria y cargando contra aquellos que supuestamente la quieren desmembrar.

Yo por convicción soy internacionalista. Ser nacionalista es lo natural, no serlo sería como no amar a la propia madre, pero sin negar lo propio, dar sitio en nuestro tejado a quienes vienen de fuera y lo merecen, es lo que nos puede hacer crecer. Quiero que en mi tejado crezcan muchos Mendelssohn, o al menos todos los que yo quiera que estén, no los que me digan. Pienso, luego no me da miedo sentirme diferente.

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