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lunes, 28 de marzo de 2016

Teatro....eres tú

“Tienes un nivel de teatro incompatible con la vida”, le dije el otro día a una amiga médico, con la que suelo tener largas discusiones tratando de convencerla de que la psicología también es una ciencia. Enseguida ella picó mi anzuelo y me contestó: “Lo incompatible con la vida son ciertos niveles de pH, hasta las depresiones que son como la gripe para los psicólogos, se pueden explicar por un desequilibrio ácido-básico”. “Está bien, le dije, eso es lo que yo quería escuchar, te voy a explicar ahora por qué el teatro es imprescindible para vivir”. La respuesta a esto fue una carcajada y un trago de su cerveza. Mi explicación fue la siguiente:

Empieza un día cualquiera de nuestra vida: suena el despertador. Maldita sea, qué sueño tan lindo estaba teniendo, aunque quién sabe, si es verdad que a veces son premonitorios, puede que se cumpla. Buenos días, cariño. Vaya, es verdad, que hoy él no trabaja, cómo me gustaría que se levantara y desayunara conmigo. No, no te preocupes, quédate en la cama. Qué mala soy fingiendo, voy a imaginar el final de ese sueño mientras se hace mi café. Llegas al metro. Está bien, tengo veinte minutos para ensayar la conversación con mi jefe sobre el cambio de vacaciones. Vaya pintas tiene ése, seguro que va de empalmada al trabajo, y la del tercer asiento, está enamorada, fijo, qué expresión.

Todo eso ha ocurrido durante la primera hora de un día cualquiera de nuestra vida: lo negro es la realidad, el resto, es teatro, la ficción con que le damos forma a esa realidad, nuestra única e intransferible interpretación del mundo, configurada por suposiciones, recuerdos, percepciones mediadas por esos recuerdos, imputaciones de hechos, ensayos de situaciones aún no experimentadas, ensoñaciones, deseos que a veces disfrutamos más que su materialización y cosas que nunca ocurrieron, pero que hemos imaginado tantas veces que ya son parte de nosotros mismos.

Compartimos la realidad con los demás habitantes del planeta, pero esa ficción novelada que usamos para explicárnosla a nosotros mismos por las noches antes de acostarnos es sólo nuestra, es nuestro nivel de teatro. Si tenemos la capacidad de interpretar esa realidad de una forma más positiva para nosotros sin mentirnos, es decir, si encontramos el equilibrio ideal entre realidad y ficción, ése que nos permite sentirnos satisfechos con nuestras vidas y desarrollar al máximo nuestras capacidades en los escenarios diarios en que nos movemos, entonces tenemos un nivel de teatro óptimo, compatible con la vida.

Si no podemos deshacernos de la cruda realidad, si pasan las horas y no tenemos ensoñaciones, si no hacemos atribuciones imaginarias a la vida de los desconocidos con los que nos cruzamos, si sólo fingimos para autolesionarnos ocultando nuestras emociones, si no imaginamos situaciones futuras, si nuestra vida interior está empobrecida y en ella se han instalado el desencanto, la abulia y la rutina, estamos teniendo un nivel de teatro incompatible con la vida, nadie puede vivir sólo de la realidad.


Y como la ficción se nutre de ficción, todo el mundo necesita ir al teatro. Desde Sófocles al Teatro Conceptual cualquiera puede encontrarse, una o varias veces, como me ocurre a mí. Y como el teatro se nutre de la realidad está hecho por personas reales, que hacen única cada representación, como es único cada día de nuestras vidas. Por eso forma parte de lo que los psicólogos y sociólogos llaman ocio activo: aquél que nos exige retroalimentación, es decir, recepción y respuesta.

Por eso sin teatro no se puede vivir, porque el teatro es lo que nos hace ser más que un simple equilibrio entre ácidos y bases. ¿Qué es teatro? ¿Y tú me lo preguntas? Teatro… eres tú.


lunes, 21 de marzo de 2016

Tras las huellas de Moisés

Estamos desesperados, nuestro hogar ya no existe y no tenemos muy claro a dónde vamos, Tenemos frío, viajamos con toda la familia, sin comida, con poca ropa, nadie nos ayuda y de repente nos toca cruzar un mar. Efectivamente, mejor esperar a una noche de luna llena, al menos habrá luz.

-Estoy hasta las narices de que los maestros pongan la Semana Santa cuando a ellos les venga bien. Todavía está uno intentando quitarse los efectos del turrón y ahora toca buscar un bikini para ir a la playa.
-No seas bruta, que la fecha no la eligen los maestros, que es por Moisés....

Me encantaría que todos los días fueran iguales, pero no, hay días mucho peores que otros, y algún día regular. Si he conseguido comida para todos una vez al día, ha sido un día bueno. Si no llueve, es una noche buena.

-A ver si no nos llueve, que ésa es otra. Me veo aguantando a tu cuñado llorando como un niño de pecho porque no ha salido la Madrugá y yo muerta de frío en la playa volviendo blanca como la leche.

Unos adolescentes nos han tirado piedras desde lejos y nos han llamado terroristas. Estábamos rezando y no los hemos visto venir.

-Yo hasta el lunes no me voy, que a los niños les gusta mucho la Borriquita.
-Pero si no van ni a religión en el colegio.
-Me da igual.

Soy ingeniero agrónomo. Me han dicho que en en algunos invernaderos no te hacen preguntas y puedes trabajar. Mi mujer puede trabajar limpiando, es enfermera.

-Mierda de Semana Santa, siempre igual: tres días limpiando, tres recogiendo. El año que viene cogemos a una de ésas que se ofrecen en el supermercado y que le dé una vuelta a la casa antes de que lleguemos. Yo no soy la esclava de nadie.

Ayer tarde hubo muchas peleas por comida. El camión traía poca cosa y todos querían acumular para el viaje porque la luna llena empieza hoy. Le he dado un empujón a nuestro vecino, se ha caído y lo han pisado. Estoy avergonzado.

-Niño, el Mercadona parecía un campo de refugiados. No había quién se moviera por allí, qué barbaridad, ¡qué exagerada es la gente! Hasta me he tenido que pelear con un imbécil porque sólo quedaba una caja de las galletas que les gustan a los niños.

Tenemos mucho miedo. Se dice que no hay chalecos salvavidas para todos y los niños llevan dos abrigos cada uno, pero hace mucho frío. Me preocupa el pequeño, mi mujer está muy cansada y dice que cada vez tiene menos leche. Además, con él no podemos correr.

-Con todo lo que me quejaba de los maestros, y ahora estoy deseando llegar a la playa. No veo el momento de tirarme al sol, no hacer nada y que los niños no me molesten. El que menos lata da es el chiquitito, qué bueno es mi niño, con tomar su teta ya tiene bastante.

Hemos llegado por la mañana, aunque nos dijeron que sería al amanecer y no nos vería nadie. La playa estaba llena de gente tomando el sol, haciendo deporte, jugando con sus hijos, gente feliz. Casi no teníamos fuerzas para caminar, llevamos muchas horas sin beber agua.


-Por dios, cómo llora ese niño. Déjamelo, mi arma, que yo sé lo que necesita.



En septiembre de 2002, Isabel María Caro, una turista sevillana que estaba descansando en la playa con su familia, en un acto de solidaridad extremo,amamantó a un bebé nigeriano que desembarcó de una patera, cuya madre estaba desfallecida. Hoy he escrito esta ficción basada en aquella noticia, para recordar que, aunque todos estamos inmersos en nuestra acuciante vida occidental que muchas veces nos impide ver más allá, en ciertos momentos de lucidez, la vida nos pone ante los ojos la realidad de aquéllos que tienen menos suerte. Aprovechemos estos momentos de lucidez y seamos solidarios.



Desde 2002 las políticas sobre inmigración de la Unión Europea no han conseguido más que rupturas del acuerdo de Schengen y convertir el Mar Mediterráneo en la fosa común más grande y vergonzosa de nuestra historia.


lunes, 14 de marzo de 2016

Tortilla de patatas y besos de tornillo

A veces pienso que quienes creen que aún estamos en plena dictadura franquista tienen razón, me pasa siempre que en una reunión alguien habla de sexo, en broma o en serio, y empiezan a sonar risitas. También cuando un político para llamar la atención, en lugar de decir algo sensato, que sería original, se besa con otro de su mismo sexo en mitad del Congreso (o Congresa, puestos a decir paridas, digo, a ser paritarios). Y es que en este país que se llama España, los términos "teta", "culo" y similares despiertan aún la misma hilaridad que en nuestros supuestamente reprimidos abuelos...


Antilibidinosa sesión parlamentaria
En fin, para lo bueno y para lo malo, somos católicos y mediterráneos. Esto conlleva ciertos estereotipos, incluidos los sexuales, en los que claramente las mujeres salimos perdiendo: del hombre se espera masculinidad, fuerza, osadía, experiencia y disponibilidad sexual; de la mujer, feminidad, sumisión, recato e inexperiencia. Todo lo que se salga de estos estereotipos provoca risitas o peor, prejuicios. Y es que el sexo interesa a todo el mundo, divierte a todo el mundo, motiva enormemente (si tienes dudas, pregúntate por qué estás leyendo esta entrada), pero en la vida real, nadie quiere hablar de sexo (vuelve a preguntarte, cuáles son las conversaciones más difíciles que has tenido con tu pareja y con tus hijos).

Los americanos que son, para ciertas cosas, sobradamente horteras, no tienen problemas de ese tipo, aceptan las contradicciones de la vida. En el día de hoy celebran the steak and blowjob day, justo un mes después de San Valentín, en defensa de lo que, según ellos, los hombres más valoran y merecen si el susodicho sanvalentín ha sido del agrado de las féminas. Hacen eso en un país con férrea tradición anglosajona, en el que aún existen leyes que prohíben ciertas prácticas sexuales implicadas en esta misma celebración, eso sí, sin hablar del tema el resto del año. Pobres, bastante tienen con soportar a Donald Trump intentando sacar rédito electoral del tamaño de sus atributos masculinos. Efectivamente, cuando siento vergüenza ajena por la política nacional, me quito complejos viendo la sección internacional del informativo.



Cuánto daño hace la erótica del poder
Nosotros los latinos no tenemos esa supuesta doble moral de los anglosajones, nos libramos de eso y de los telepredicadores, por ahora (lo de la teletienda no cuenta), pero seguimos viviendo en una sociedad que evita el sexo abiertamente, aunque lo tiene todo el día en la boca: cojonudo, coñazo, de puta madre, cojones, coño, y los múltiples sustitutos que aluden a lo mismo: los huevos, el mango, la papaya, el conejo y el gaditano chocho. Y por supuesto, la valoración de cualquiera cambia en función de su práctica sexual habitual, sea conocida (es lesbiana y concejal, cómo mola) o supuesta (mi jefe anoche no pilló y se nota).


Las hijas del Cid a merced del lobo
El sexo domina nuestras relaciones y nuestra política desde épocas ancestrales, y si no, que les pregunten a las afrentadas hijas del Cid, a Juana La Loca, a Zoraida o Alfonso XII. todos protagonistas de historias combinadas de amor y sexo con consecuencias políticas importantes. Podría continuar la lista y terminarla con la infanta que se enamora del guaperas que se excita geográficamente, pero no tienen categoría para mi enumeración.

Así somos nosotros: los hombres bromean con el sexo y las mujeres nos reímos, porque si alguna se atreve a opinar, se la juega. Yo soy de las que opinan, porque para qué quiere uno una opinión, si no puede compartirla, y además me permito bromear sobre sexo, porque nunca me he tenido en un estatus diferente al de los hombres, mal que le pese a alguno. Para los que estéis interesados en profundizar en las diferentes visiones de la sexualidad por géneros, os recomiendo como lectura Homo Erectus, de Juan Eslava Galán (el hombre que más me ha hecho reír sin tener la suerte de haberlo conocido nunca, maravilloso escritor andaluz, por cierto), que es una visión inevitablemente masculina pero fantástica y divertidísima de los encuentros y desencuentros entre ambos géneros a lo largo de la historia. Desde luego que lo he leído, a pesar de las propias advertencias del autor en la portada...



Leyendo el "Manual para hombres que NO deben leer las mujeres"

Creo que este país tardará mucho en cambiar, y tampoco veo necesario llegar a los extremos de frialdad de los anglosajones o los europeos del norte, porque aunque mientras éstos últimos intercambian parejas y vivencias sexuales con la facilidad con que nosotros tomamos unas cañas, eso nos supondría perder nuestra pasión, el juego, la tensión sexual, el deshojar de la margarita y los juramentos eternos que uno formula y cree durante unas cuantas horas. Todo esto y la diferencia de roles entre hombres y mujeres es parte esencial de nuestra cultura latina, mirar hacia otro lado y querer cambiar a toda costa sería como renunciar a parte de nuestra identidad, creo que es mejor adaptar esta identidad a los tiempos modernos que nos ha tocado vivir. Por todo esto, propongo consagrar este 14 de marzo como día de la tortilla de patata y los besos de tornillo, dos de las cosas que más me gustan en el mundo. Llamadme hortera, pero no se me ocurre nada más eróticamente autóctono que un beso con regusto a aceite de oliva, faltaría más.



Hasta que se acepte mi propuesta, hoy, 14 de marzo (mes tres), los matemáticos celebran el día Pi, Para los que no creaís que sexo y matemáticas son compatibles, os dejo El Teorema de Thales, una de mis canciones favoritas de Les Luthiers.




martes, 8 de marzo de 2016

Con el sudor de tu frente

Ése es el castigo que supuestamente le impuso Dios a Adán al expulsarlo del paraíso. Me encanta la crueldad del dios del Antiguo Testamento, casa tanto con la dura realidad...El caso es que, en un cierto momento de la historia, parte de las instrucciones de ese dios se debieron pervertir, y ahora las mujeres, no sólo nos ganamos el pan con el sudor de todos nuestros poros, sino que además lo celebramos un día al año por todo lo alto.


Ironías aparte, yo creo que el trabajo dignifica y que ambos sexos deben tener iguales oportunidades: las mujeres tienen derecho a trabajar fuera de casa al mismo nivel que los hombres, es decir, en los mismos puestos y cobrando lo mismo, y los hombres tienen derecho a tener la oportunidad de cumplir con sus obligaciones familiares, es decir, educar a los hijos y poner lavadoras.

¿Qué hacemos entonces, celebrando este día? Pues lo celebramos porque, como dice mi hija pequeña, no vivimos en el país de los unicornios. Desgraciadamente la realidad aún dista mucho de ese ideal al que todos tenemos derecho, aún nos queda mucho que reivindicar, y que cambiar.

Soy mujer, con estudios universitarios, y creo en la igualdad. Nunca he sentido inferioridad por razones de género, pero da igual, otros se han encargado de hacérmela sentir. El techo de cristal, que por invisible no deja de ser un obstáculo impenetrable, se cierne sobre todas las mujeres de las últimas cuatro décadas y amenaza a las de las décadas venideras.  Los hombres escalan y llegan hasta el ático, convirtiéndose en directivos, presidentes, altos cargos, investigadores de prestigio, famosos comunicadores, políticos renombrados o malnombrados, etcétera. Mientras tanto, las mujeres, permanecen en los pisos inferiores, aún estando mejor capacitadas en ocasiones, algunas veces por falta de oportunidades y otras por propia elección.


El ático que dios reservó para Adán
En este momento tengo que volver al dios del Antiguo Testamento, que castigó a Adán con el trabajo duro y a Eva le concedió la criatividad. Además dios nos dio la mala conciencia y el eslogan una madre es una madre, por lo que se nos supone resignadas al sacrificio laboral a causa de ostentar un útero y hacer uso del mismo. Todas nos vemos obligadas a elegir: horarios prolongados, compromiso con la empresa, disponibilidad horaria y a veces geográfica y esa horrible frase: estar casado con el trabajo. En mi caso no he tenido la menor duda: podría tener un trabajo más motivador o mejor remunerado, pero en este momento de mi vida he elegido libremente educar a mis tres hijos maravillosos y disfrutar el tiempo libre que mi trabajo me permite con ellos. Mi pregunta es: ¿pueden los hombres elegir?, y sobre todo: ¿las mujeres que reivindican sus derechos el 8 de marzo están preparadas para que los hombres les cedan el privilegio de ganarse el pan con el sudor de su frente y ellos se queden en casa?



En primer lugar, esta sociedad será más justa cuando nadie tenga que realizar esa elección. Para eso sería necesario establecer leyes que regulen de manera estricta los horarios laborales, Si para ser directivo de una gran empresa hay que dedicar al trabajo 20 horas al día, no creo que sea mucho más feliz el directivo que la camarera del bar de mi esquina, que está contratada a media jornada, pero se tiene que quedar hasta que cierre. Ambos son esclavos, ambos tienen serias dificultades para mantener su vida familiar estable y ambos se merecen que una legislación seria y razonable los proteja de los abusos que sufren.

La segunda pregunta es aún más difícil de responder, porque requiere una respuesta de toda la sociedad. Sólo la mitad de la población posee un útero, pero el útero no te predispone genéticamente para ser más eficaz con la plancha, el lavavajillas o el palo de la fregona. Sin embargo, si eres hombre y haces alguna de estas cosas, o cuidas a tus hijos mientras juegan en el parque, se considera un valor añadido. ¿Dónde está el fallo? No hay que irse tan lejos como al Antiguo Testamento, yo misma lucho cada día para contrarrestar lo que aprendí de mi madre, la colección de excusas que hacen que las mujeres de este país trabajen más en casa y los hombres tengan más tiempo para sí mismos: no sabe, lo va a hacer mal, yo soy más rápida, no me fio de que sea capaz, y un largo etcétera.

Yo creo que hombres y mujeres somos diferentes, y que hacemos las cosas de forma diferente, pero si reivindicamos igualdad, tiene que ser en todos los sentidos. Pedir leyes que favorezcan la conciliación para tener más horas para limpiar no sería el caso. Esta sociedad avanzará de verdad cuando los hombres se comprometan plenamente en las obligaciones y rutinas familiares y las mujeres puedan realizarse laboralmente porque tengan las mismas oportunidades y porque nadie les exija ejercer su maternidad veinticinco horas al día. Considero que nuestra generación quiere intentarlo pero está perdida, el cambio necesario lo podemos conseguir practicando en casa la coeducación, dando ejemplo a nuestros hijos de la igualdad de derechos, evitando los comentarios sexistas y equilibrando el tiempo libre y las obligaciones de ambos progenitores, y a lo mejor dentro de unos años, ya no hay nada que reivindicar en este día.


Un café forgiano por el reparto de tareas