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martes, 8 de marzo de 2016

Con el sudor de tu frente

Ése es el castigo que supuestamente le impuso Dios a Adán al expulsarlo del paraíso. Me encanta la crueldad del dios del Antiguo Testamento, casa tanto con la dura realidad...El caso es que, en un cierto momento de la historia, parte de las instrucciones de ese dios se debieron pervertir, y ahora las mujeres, no sólo nos ganamos el pan con el sudor de todos nuestros poros, sino que además lo celebramos un día al año por todo lo alto.


Ironías aparte, yo creo que el trabajo dignifica y que ambos sexos deben tener iguales oportunidades: las mujeres tienen derecho a trabajar fuera de casa al mismo nivel que los hombres, es decir, en los mismos puestos y cobrando lo mismo, y los hombres tienen derecho a tener la oportunidad de cumplir con sus obligaciones familiares, es decir, educar a los hijos y poner lavadoras.

¿Qué hacemos entonces, celebrando este día? Pues lo celebramos porque, como dice mi hija pequeña, no vivimos en el país de los unicornios. Desgraciadamente la realidad aún dista mucho de ese ideal al que todos tenemos derecho, aún nos queda mucho que reivindicar, y que cambiar.

Soy mujer, con estudios universitarios, y creo en la igualdad. Nunca he sentido inferioridad por razones de género, pero da igual, otros se han encargado de hacérmela sentir. El techo de cristal, que por invisible no deja de ser un obstáculo impenetrable, se cierne sobre todas las mujeres de las últimas cuatro décadas y amenaza a las de las décadas venideras.  Los hombres escalan y llegan hasta el ático, convirtiéndose en directivos, presidentes, altos cargos, investigadores de prestigio, famosos comunicadores, políticos renombrados o malnombrados, etcétera. Mientras tanto, las mujeres, permanecen en los pisos inferiores, aún estando mejor capacitadas en ocasiones, algunas veces por falta de oportunidades y otras por propia elección.


El ático que dios reservó para Adán
En este momento tengo que volver al dios del Antiguo Testamento, que castigó a Adán con el trabajo duro y a Eva le concedió la criatividad. Además dios nos dio la mala conciencia y el eslogan una madre es una madre, por lo que se nos supone resignadas al sacrificio laboral a causa de ostentar un útero y hacer uso del mismo. Todas nos vemos obligadas a elegir: horarios prolongados, compromiso con la empresa, disponibilidad horaria y a veces geográfica y esa horrible frase: estar casado con el trabajo. En mi caso no he tenido la menor duda: podría tener un trabajo más motivador o mejor remunerado, pero en este momento de mi vida he elegido libremente educar a mis tres hijos maravillosos y disfrutar el tiempo libre que mi trabajo me permite con ellos. Mi pregunta es: ¿pueden los hombres elegir?, y sobre todo: ¿las mujeres que reivindican sus derechos el 8 de marzo están preparadas para que los hombres les cedan el privilegio de ganarse el pan con el sudor de su frente y ellos se queden en casa?



En primer lugar, esta sociedad será más justa cuando nadie tenga que realizar esa elección. Para eso sería necesario establecer leyes que regulen de manera estricta los horarios laborales, Si para ser directivo de una gran empresa hay que dedicar al trabajo 20 horas al día, no creo que sea mucho más feliz el directivo que la camarera del bar de mi esquina, que está contratada a media jornada, pero se tiene que quedar hasta que cierre. Ambos son esclavos, ambos tienen serias dificultades para mantener su vida familiar estable y ambos se merecen que una legislación seria y razonable los proteja de los abusos que sufren.

La segunda pregunta es aún más difícil de responder, porque requiere una respuesta de toda la sociedad. Sólo la mitad de la población posee un útero, pero el útero no te predispone genéticamente para ser más eficaz con la plancha, el lavavajillas o el palo de la fregona. Sin embargo, si eres hombre y haces alguna de estas cosas, o cuidas a tus hijos mientras juegan en el parque, se considera un valor añadido. ¿Dónde está el fallo? No hay que irse tan lejos como al Antiguo Testamento, yo misma lucho cada día para contrarrestar lo que aprendí de mi madre, la colección de excusas que hacen que las mujeres de este país trabajen más en casa y los hombres tengan más tiempo para sí mismos: no sabe, lo va a hacer mal, yo soy más rápida, no me fio de que sea capaz, y un largo etcétera.

Yo creo que hombres y mujeres somos diferentes, y que hacemos las cosas de forma diferente, pero si reivindicamos igualdad, tiene que ser en todos los sentidos. Pedir leyes que favorezcan la conciliación para tener más horas para limpiar no sería el caso. Esta sociedad avanzará de verdad cuando los hombres se comprometan plenamente en las obligaciones y rutinas familiares y las mujeres puedan realizarse laboralmente porque tengan las mismas oportunidades y porque nadie les exija ejercer su maternidad veinticinco horas al día. Considero que nuestra generación quiere intentarlo pero está perdida, el cambio necesario lo podemos conseguir practicando en casa la coeducación, dando ejemplo a nuestros hijos de la igualdad de derechos, evitando los comentarios sexistas y equilibrando el tiempo libre y las obligaciones de ambos progenitores, y a lo mejor dentro de unos años, ya no hay nada que reivindicar en este día.


Un café forgiano por el reparto de tareas



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