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lunes, 30 de mayo de 2016

Por las barbas de un converso

"Por Dios, un director de escena componiendo virgos, ¿que me quedará por ver?". Ésas eran mis reflexiones el sábado cuando volví a apostar a favor del teatro y en contra del fútbol y nuevamente salí ganando. El sábado fui a ver La Celestina del Teatro de la Abadía, dirigida y protagonizada majestuosamente por José Luis Gómez.

Yo creo que existen muchas formas de hacer teatro, pero a los clásicos siempre hay que volver, bien para beber de ellos, para reflejarse o por el contrario, para retratarse en la imagen inversa de ese espejo del tiempo que suponen. La Celestina es más que un clásico, es el testimonio escrito de un momento histórico: el nacimiento de nuestra voluptuosa personalidad colectiva como pueblo, un pueblo al que la religiosidad, la magia, el vino y los placeres de la carne han sido los únicos capaces de mantener unido, al menos hasta que siglos después apareciera el fútbol.

Saltándome el fútbol otra vez

He de decir que esta obra me gusta mucho, así que el sábado iba favorablemente predispuesta, pero cuando se levantó el telón, y pude ver el espacio escénico que La Abadía nos había preparado, y escuchar música sefardí en los primeros cinco minutos, decidí disfrutar acogiéndome a la consigna de Elicia ("gocemos y holguemos que la vejez pocos la ven"), y el resultado fueron dos horas y media de placer estético y escénico.

"Gocemos y holguemos que la vejez pocos la ven"

El Teatro de la Abadía, fiel a su compromiso divulgativo y formativo, había colocado varios paneles informativos en la antesala del Teatro Calderón con información sobre el autor, la obra y la convulsa época que la vio nacer. Me gustó mucho ese detalle, porque refleja el respeto y conocimiento del texto medieval que luego se constata en la representación. La adaptación a cargo de José Luis Gómez y Brenda Escobedo es fiel, respetuosa, pero también actual, divertida y trepidante, porque mantiene gran parte de un original muy extenso.

La Celestina es un tamiz por el que se filtra la imagen de una sociedad muy parecida a la actual. Por sus oquedades pasa la esencia de unos personajes que fluctúan entre la fe y la magia, la riqueza y la necesidad, la bondad y el egoísmo, el amor y la codicia, su realidad y el paraíso. Al otro lado permanecen esos personajes descarnados, desnudos, ofrecidos a su destino y enfrentándose al mismo tiempo a él. Este tamizado produce una multiplicidad de perspectivas espacio temporales que convierten la obra en un círculo dialéctico perfectamente reflejado en la magnífica escenografía oblicua de espacios múltiples y sorpresas varias que nos ofrecen Alejandro Andújar y José Luis Gómez.

Después de ver este montaje he de decir que la idea de que José Luis Gómez interprete a Celestina me ha parecido un acierto que va más allá de la mera transgresión de género. Celestina refleja las incertidumbres que el propio Fernando de Rojas debió experimentar repudiando su fe para mantener lo segundo más sagrado para él: su estatus social. José Luis Gómez realiza un trabajo actoral sublime en el que nos capta para todas sus causas, enamorándonos como bruja, beata, alcahueta, curandera... y hasta nos enternece cuando se lamenta por su soledad. A mí además me encanta de este onubense cuyo currículum es bastante más largo que su manto, el suave deje andaluz que otorga a su barbudo personaje.


El resto del elenco también me ha encantado. Raúl Prieto hace un Calisto genuinamente bipolar: neurótico, devoto, lujurioso, enamorado, impulsivo, iracundo. Chete Lera se luce en el monólogo final de Pleberio haciéndonos lamentar aún más que la obra termine. José Luis Torrijo convierte el cinismo de Sempronio en expresión corporal con una maravillosa utilización del espacio escénico y hasta canta de maravilla. Inma Nieto nos enamora con la espontaneidad y la frescura de Elicia. Marta Belmonte es una Melibea que se deja seducir y nos acaba seduciendo al final de la obra por su capacidad para cambiar de registro a ritmo de tragicomedia. Miguel Cubero me ha encantado como Pármeno, interpretando con maestría la lucha interna de este personaje y haciéndome reír con su ingenuidad. Casi todos los personajes tienen una doble cara, pero la Lucrecia de Diana Bernedo tiene incluso dos tonos de cabello. Palmira Ferrer es la madre con más elucubraciones de la historia, nos lleva continuamente desde su amor maternal a la convención social. Nerea Moreno plasma en su aparición el erotismo que flotaba en todos los discursos desde el comienzo de la obra, colándose seguramente en los sueños de más de un espectador.

También me ha gustado mucho la amortización del espacio escénico que hace José Luis Gómez en esta obra, convirtiéndolo en un espacio vivo, y a veces ruidoso, más allá de la escena principal. La música oportuna acompaña este microsistema. Una iluminación certera le da vida. En fin, esta Celestina ha conseguido el efecto deseado: juro por las barbas de su converso autor que la próxima vez que La Abadía venga a Valladolid, yo estaré entre el público.


lunes, 23 de mayo de 2016

En la cama con Hamlet

Como ya dije en este blog, anoche no tenía interés ninguno en el partido de fútbol. No vi la final de la Copa, no os podéis imaginar cuánto me alegré. Anoche estuve viendo Hamlet, el último montaje de Kamikaze Producciones, con guión a cargo de Miguel del Arco. Maravilloso: dos horas y media estuve inmersa en la inconsistencia del ser, ese espacio que fluctúa entre la genialidad del lunático que planea y el sufrimiento del humano que se arrastra a ras del suelo.

Versionar un clásico siempre es arriesgado: si es un éxito, el mérito se lo lleva el original, si no lo es, resulta vulgar. El único terreno seguro en este ámbito es el conocimiento profundo del texto original, bucear en él y cuando ya se conocen todas sus grutas, atreverse a salir a respirar e insuflar de ese aire la obra clásica. No se trata de mejorar lo inmejorable, sino de personalizar la perfección. Viendo este Hamlet me preguntaba cuántas veces habría pensado Del Arco "ojalá se me hubiera ocurrido esto a mí", enfrentado al texto de Shakespeare, seguramente las mismas que yo pensé "ojalá hubiera escrito yo esta versión", mientras disfrutaba del guión de su Hamlet. Del Arco ha creado una adaptación moderna, respetuosa, divertida, conservadora a ratos y atrevida otros, innovadora, sensible...ha hecho metateatro y todo esto como hacen los grandes genios: sin salir de la cama.

Para la mayoría de las personas, el tema principal de Hamlet es la venganza. Es lo que hace interesante al protagonista para el espectador: su lucha interna por ahogar la sed de venganza que lo tortura. Venganza, culpabilidad y castigo son tres componentes de la naturaleza humana que, por su mala prensa, son desterrados normalmente de nuestra imagen pública, lo que Freud llamó el superyó. Ver a Hamlet retorcerse torturado por ese deseo de venganza es para el espectador una catarsis: regocijarse en secreto por un sufrimiento ajeno, que para todos alguna vez ha sido propio, Mi propia catarsis ocurrió justo al principio de la obra, cuando vi a Israel Elejalde con el torso desnudo, como el monstruo de la escena que es, dejando que sus músculos pasaran del éxtasis a la relajación al compás del monólogo.

Para una psicóloga, como es mi caso, el tema principal de Hamlet es la distorsión cognitiva, la eterna pregunta que nos acosa: ¿es real lo que vemos o lo que sentimos? Hamlet pasa toda la obra eligiendo caminos que lo llevan al destino que quiere evitar, equivocándose, temiendo enfrentar una realidad inaceptable, actuando con cordura cuando se finge enajenado, convirtiéndose por momentos en un personaje tan deleznable como su antagonista. El intelecto de Hamlet se enfrenta a lo que sus visceras le exigen y todo esto se desgrana en monólogos, disquisiciones y diálogos, imposibles de seguir para el público, si no es conquistado desde el principio, como yo anoche, que fui seducida en la intimidad del dormitorio desde la primera escena.

Ya me habían hablado de las escenografías simples de Kamikaze Producciones y yo siempre contesto lo mismo: cuando la escenografía es minimalista, el trabajo actoral debe ser magnífico. Anoche no me decepcionaron. Ayer estuve con Hamlet en la cama, y desde el borde de la cama fui conociendo a cada personaje, cada recoveco de la historia. Elejalde me conquistó desde el principio por su capacidad para vocalizar sin que el público se perdiera una sola palabra, modulando la textura de su voz al ritmo frenético y bipolar de los cambios emocionales de Hamlet y moviendo a la vez todo su cuerpo por el escenario con el mismo frenesí. Ángela Cremonte pasó de ser la Ofelia más clásica a la más rompedora sin inmutarse, actriz todoterreno, cantante sorprendente antes de su suicidio. Daniel Freire me envenenó con sus encantos. Ana Wagener me llevó de la lujuria al miedo, y Jorge Kent y José Luis Martínez fueron los enterradores que más me han hecho reír en toda mi luctuosa historia.

Y cuando ya era tan feliz que no podía esperar más, llegó la escena del duelo con esa magnífica coreografía de esgrima. Y valió la pena haber esperado a Laertes desde su viaje a Francia a principios de la obra, aunque no había dejado de disfrutar de Cristóbal Suárez. Recuerdo que pensé: "Flynn en el teatro Calderón", porque como Errol, Suárez y Elejalde se convirtieron en maestros de esgrima en un espacio tan reducido que da vértigo pensarlo.



Este Hamlet me ha transformado. No sé qué ha sido, qué recurso escénico me ha gustado más: los guiños de actualidad del guión, la versatilidad de una cortina, las canciones, la iluminación de una precisión exquisita,el humor en cada giro del diálogo....Sólo puedo decir que entré siendo una espectadora, y me habéis convertido en kamikaze.





sábado, 21 de mayo de 2016

Pon en tu vida un escocés

De todas las combinaciones absurdas del mundo, fútbol y política es la que peor llevo, probablemente porque la segunda es demasiado seria para tomarla a chanza y el primero demasiado ocio para ser tribuna. Llevo toda la semana viendo cómo la sección de deportes invade el informativo y medio país se olvida de la noticia importante: que vamos a la deriva hacia otras elecciones que son un desencuentro anunciado. Por tanto, no es de extrañar que este mediodía estuviera de muy mal humor oyendo hablar de nuevo de lo mismo y esperando la decisión de un juez acerca del tema. Media España irritada porque la supuesta bandera enemiga no podía estar presente en la copa del monarca del país opresor, la otra media rebuznando en pro de la libertad de expresión y ahí estaba yo, con mi comida favorita (menestra de verduras) divirtiéndome por primera vez en toda la semana con los informativos.



Soy republicana, internacionalista y del Betis. No iría mañana al Vicente Calderón ni aunque repartieran menestra en raciones. Además, me da igual si un día de éstos Cataluña decide independizarse, así Teruel será perfecto porque tendrá salida al mar. Reconozco que me hace menos gracia cuando me incluyen en ese grupo denominado "el español opresor", más que nada porque al haber sido la primera Comunidad Autónoma en pedir el rescate, deberían usar un tono menos ofensivo. No entiendo el nacionalismo exacerbado más que en casos de vida o muerte, como cuando Vela Bartok salvó miles de canciones de los campesinos polacos de las hogueras nazis, arriesgando su propia vida en el intento. No me parece que el caso de Cataluña sea de vida o muerte, también creo que hay muchos catalanes a los que este proceso de autodeterminación les está determinando la vida y desde luego no creo que tenga que armarse tanto revuelo por un partido de fútbol en territorio "enemigo", parece que nadie se ha planteado la opción de no jugarlo.

Pues bien, esta tarde me divertí con los informativos porque antes de que el juez de lo Contencioso Administrativo número 11 de Madrid decidiera que permitía las esteladas en el partido, nuestros oprimidos independentistas se habían dedicado a hacer campaña de rebeldía en las redes sociales, proponiendo acciones de lo más variado que iban desde llevar en trocitos su adorada bandera para componerla más tarde en el estadio hasta llevar masivamente banderas de Escocia porque Escocia es un ejemplo para ellos a seguir, y eso que los escoceses dijeron que no. Y los informativos, que han seguido dándole prioridad al fútbol por encima de la política nacional a pesar de estar en precampaña, hacían reflexiones sobre el parecido entre la bandera escocesa y la bandera de cierta provincia canaria. Me recordaba un chiste que me habían mandado esta semana por whatsapp y decía algo así como que un hombre era capaz de distinguir siete colores y  una mujer veintiocho, así que yo me imaginaba Anna Gabriel y sus secuaces usando su condición femenina para desechar con desprecio las banderas de Tenerife en las puertas del Vicente Calderón y de verdad que me estaban alegrando la menestra.

Llevar banderas de Escocia a la final de la Copa del Rey es tan absurdo como como el hecho de que un equipo cuyos seguidores pitan al himno nacional la juegue. Creo que si William Wallace levantara la cabeza les haría a los de la CUP el mismo calvo colectivo que Mel Gibson hace en la película. Menos mal que les dejan llevar las esteladas, es menos ridículo. A lo mejor antes de que se juegue el partido alguien vuelve a denunciar porque los del Sevilla promocionan con su equipación a los pueblos blancos de Cádiz y el gazpacho andaluz. A todos los que como yo estáis hartos de tanta sandez colectiva os sugiero que pongáis un escocés en vuestra vida pero que esté hecho de malta, o en su defecto, que tenga tan buen culo como Mel Gibson.



sábado, 14 de mayo de 2016

No me salves

Mario Benedetti tiene un maravilloso poema que se llama No te salves, muchas veces me dan ganas de gritar esa frase cambiando el pronombre, como en el título de esta entrada. Me pasa siempre que alguien viene a ofrecerme el paraíso con forma de solución a todos mis problemas, reales o supuestos. Hoy me ha pasado, y ha sido con el vídeo publicitario de una empresa que, aunque me merece respeto, considero que esta vez ha metido la pata. La publicidad con frecuencia vende emociones, pero si esas emociones cargan contra el 50% de la población, se convierte en una estrategia empresarial nefasta.



A saber, la liberación de la mujer no pasa por irse a cenar un día con amigas (a un restaurante donde sólo hay camareras y cocineras, por cierto), saltarse el gimnasio, dejarse sustituir por el marido con los niños, no casarse, no tener hijos o aceptar que se tienen patas de gallo. Y no lo es, sencillamente, porque la esencia de ser mujer, no consiste en parir, casarse, tener un cuerpo diez toda la vida y encargarse exclusivamente de los hijos. Este vídeo me parece sexista y vulgar, porque usa estereotipos que son divertidos para un guión de monólogo o para una tarde de barbacoa, pero me ofenden como mujer, y entiendo que por su contenido puede ofender también a muchos hombres.

Nadie puede negar que Mujeres al borde de un ataque de nervios, cinta en la que está inspirado este spot publicitario, es una gran película, original y atrevida en su estética y en su planteamiento, pero desde mi punto de vista, Almodóvar había hecho cuatro años antes ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, que es una de mis películas favoritas y además denuncia y refleja la triste realidad de muchas mujeres españolas a finales de los 70 y principios de los 80. Mujeres nacidas en democracia, o casi, muchas de ellas concebidas por sus madres con la esperanza de que se erigieran como mujeres libres, equiparables a las que en Europa habían conquistado la igualdad de géneros, pero que en este país siguieron siendo minoría en la universidad, casi inexistentes en los puestos directivos y repudiadas socialmente si no se decidían a formar una familia.


La situación de la mujer hoy es distinta, aunque esta campaña publicitaria no parece reconocerlo. Estoy casada, tengo hijos, hago deporte y uso cremas faciales para paliar mis numerosas patas de gallo, y todo eso lo he elegido yo, todo eso no me convierte en una pobre mujer sometida. Yo he planificado mi maternidad, cosa que no pudo hacer mi vecina Carmen, de 56 años, que tras su cuarto hijo suplicó al ginecólogo que le ligara las trompas porque su marido estaba en paro, y éste por supuesto se negó. Tuvo seis hijos. Yo tengo tres licenciaturas, pero Carmen no pudo terminar el instituto y siempre habla muy bien de su difunto esposo porque la animaba a ir a la peluquería una vez en semana. No pudo trabajar, pero fue cocinera, limpiadora, pediatra, psicóloga, ordenatodo y nunca se consideró estresada, porque no conocía el significado de la palabra "estrés".



¿Quiero decir con esto que todas las mujeres hoy día tienen tanta suerte como yo de poder elegir su vida? No, pero tampoco lo tienen tan difícil como Carmen. Ya he dicho más veces que no voy a apoyar nunca la lucha por los derechos de la mujer si se convierte en una guerra que vengue al hombre por siglos de opresión. Mirar hacia atrás con rencor no nos va a ayudar a construir un futuro en común. La otra opción es construir una sociedad sólo de mujeres, como el restaurante del anuncio, pero biológicamente aún no es muy viable, y además yo no la quiero.

¿Cuál es el camino entonces? Educar, educar, educar. Somos un modelo para nuestros hijos, y con tristeza escucho decir con orgullo a niñas de doce y trece años que tienen "novio", palabra que nosotras no usábamos en el instituto. Con tristeza veo que cada día se repiten los asesinatos y la violencia familiar con tintes de venganza (haciendo daño a los hijos del otro o a los que se han tenido en común). Con bochorno veo que quienes defienden a capa y espada los supuestos derechos usurpados a la mujer nos ridiculizan con propuestas como el sangrado libre o que combatir el dengue es machismo porque es la hembra del mosquito la que lo transmite. Hay días en que después del informativo matinal ya creo que la última guerra mundial va a ser una guerra de sexos, y hasta caigo en la trampa de pensar que nos lo merecemos.

Sin embargo, tengo dos hijas y no me pienso rendir. Pienso seguir ejerciendo mi libertad como he hecho siempre, sin cuestionarme si el hecho de tener vagina me convertía en un ciudadano de segundo grado, sin sentirme oprimida por el otro sexo, sin miedo a expresar mi opinión, manifestando mi feminidad como crea conveniente en cada momento y en cada etapa de mi vida. No pienso tolerar ninguna discriminación por cuestión de género en mi entorno, ningún desprecio, pero a cambio yo pido a todos los que están trabajando para promover el odio entre sexos que no me salven.

viernes, 6 de mayo de 2016

Segundas nupcias

En cierto pueblo cuyo nombre no mencionaré porque aún tengo allí familia extensa, situado en lo más profundo de la Andalucía profunda, como tantos otros pueblos de esta España profunda y dividida, tienen una costumbre extraña cuando una jovencita se casa con un viudo en lo que se ha venido a llamar, segundas nupcias. Todo el pueblo (y cuando digo "todo" me refiero a la globalidad, sin que falte uno sólo de los habitantes) se planta la noche de bodas a pie de balcón de los recién casados y les monta un escrache, dicho en lenguaje cristiano, una cacerolada por todo lo alto. Objetivo: para que cese el escándalo, los presentes se vayan a sus casas y la noche de boda pueda continuar con el programa supuesto, la novia tiene que salir al balcón y gritar :"¡me arrepiento!¡me arrepiento!". 


Como las tradiciones nunca son tan simples como la vida moderna, todo esto va acompañado de una cancioncilla que recitan los caceroleros y hace alusión a una supuesta arrepentida años, décadas o quizás siglos atrás, quién sabe. ¿Que por qué cuento todo esto? Porque en estos días veo con horror en los informativos que vamos a gastarnos un dineral en otras elecciones, lo que supone unas segundas nupcias se podría decir, y la mayoría de los españoles nos vamos a casar con el mismo, o eso aseguran los sondeos preelectorales que deberían llamarse "interelectorales". 

En éstas me acuerdo de la ingenua Tusitala que aquel 5 de diciembre sufría de indecisión y tenía miedo a pasar cuatro años, 1460 noches, en vela por no haber contribuido con mi voto a convertir España en un país más justo, menos corrupto, más coherente, más moderno, más de todos. El pueblo español se pronunció el 20D y fue un pronunciamiento plural, como lo es la realidad de este país. Les pedimos a los políticos que hablaran, que se pusieran de acuerdo. Hubo una participación de más del 73%, aunque a mí nadie me dio las gracias por ir a votar. 




Al día siguiente una ola de euforia política invadió España entera: todos los partidos habían ganado, o al menos eso decían. Un día más tarde, la sagrada lotería de Navidad y más allá, la vorágine de las fiestas. Nos tocaba esperar, este país se paraliza en todas las fiestas católicas. Tocaba ser comprensivos, todo cambiaría a partir de enero, y a mejor, con las buenas intenciones del nuevo año, natural y legislativo. Bueno, como dicen en mi tierra, tampoco hay que ser agonía: no iban a ponerse a trabajar el dos de enero, que estarían muy ocupados yendo al gimnasio, quemando las cajetillas de tabaco, empezando su dieta, etc. Luego vinieron los Reyes, no los de Zarzuela, sino los de Oriente (más exóticos pero igual de ficticios, para el caso) y siguió corriendo el calendario....

Por fin llega el 13 de enero, esto se pone emocionante. Y efectivamente, desde entonces hemos visto muchas emociones y poca política: ha habido protagonistas curiosos, como un bebé, un tipo con rastas, otro disfrazado de Quijote y liderando a todos, como un maestro con pocas tablas, un presidente del Congreso que no ha sabido "controlar la clase". El 14 de enero yo aún me estaba recuperando de haber visto ríos de tinta y pixeles hablando de las rastas de un diputado. A ver, desde luego lo más importante es lo que tienen del cuello para arriba, pero sin pasarse.


Pablo Xavier cuando fueron sólo uno (léase con acento venezolano)


Esta corta legislatura se ha parecido tanto a una telenovela, con episodios de amor, odio, rencor, infidelidades....que no entiendo cómo se atreven a pedirnos el voto en segundas nupcias. Me vuelvo a declarar indecisa y estoy a punto de decir que no creo en el amor. En lo que sí creo es en el poder del dinero, y por eso me gustaría que sus señorías nos devolvieran los devengos cobrados por un trabajo no realizado, ideales para sufragar las elecciones del 26J. En cuanto termine esta entrada, voy a poner el canal de telenovelas de mi televisor y no me va a mover de ahí ni Bob Esponja, y eso que me encanta. Y por favor, señores candidatos, no se presten a hacer otro debate televisivo, si quiero ver un festival de la horterada, el día 14 de mayo es Eurovisión.


Bob for president