Regala libros

sábado, 14 de mayo de 2016

No me salves

Mario Benedetti tiene un maravilloso poema que se llama No te salves, muchas veces me dan ganas de gritar esa frase cambiando el pronombre, como en el título de esta entrada. Me pasa siempre que alguien viene a ofrecerme el paraíso con forma de solución a todos mis problemas, reales o supuestos. Hoy me ha pasado, y ha sido con el vídeo publicitario de una empresa que, aunque me merece respeto, considero que esta vez ha metido la pata. La publicidad con frecuencia vende emociones, pero si esas emociones cargan contra el 50% de la población, se convierte en una estrategia empresarial nefasta.



A saber, la liberación de la mujer no pasa por irse a cenar un día con amigas (a un restaurante donde sólo hay camareras y cocineras, por cierto), saltarse el gimnasio, dejarse sustituir por el marido con los niños, no casarse, no tener hijos o aceptar que se tienen patas de gallo. Y no lo es, sencillamente, porque la esencia de ser mujer, no consiste en parir, casarse, tener un cuerpo diez toda la vida y encargarse exclusivamente de los hijos. Este vídeo me parece sexista y vulgar, porque usa estereotipos que son divertidos para un guión de monólogo o para una tarde de barbacoa, pero me ofenden como mujer, y entiendo que por su contenido puede ofender también a muchos hombres.

Nadie puede negar que Mujeres al borde de un ataque de nervios, cinta en la que está inspirado este spot publicitario, es una gran película, original y atrevida en su estética y en su planteamiento, pero desde mi punto de vista, Almodóvar había hecho cuatro años antes ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, que es una de mis películas favoritas y además denuncia y refleja la triste realidad de muchas mujeres españolas a finales de los 70 y principios de los 80. Mujeres nacidas en democracia, o casi, muchas de ellas concebidas por sus madres con la esperanza de que se erigieran como mujeres libres, equiparables a las que en Europa habían conquistado la igualdad de géneros, pero que en este país siguieron siendo minoría en la universidad, casi inexistentes en los puestos directivos y repudiadas socialmente si no se decidían a formar una familia.


La situación de la mujer hoy es distinta, aunque esta campaña publicitaria no parece reconocerlo. Estoy casada, tengo hijos, hago deporte y uso cremas faciales para paliar mis numerosas patas de gallo, y todo eso lo he elegido yo, todo eso no me convierte en una pobre mujer sometida. Yo he planificado mi maternidad, cosa que no pudo hacer mi vecina Carmen, de 56 años, que tras su cuarto hijo suplicó al ginecólogo que le ligara las trompas porque su marido estaba en paro, y éste por supuesto se negó. Tuvo seis hijos. Yo tengo tres licenciaturas, pero Carmen no pudo terminar el instituto y siempre habla muy bien de su difunto esposo porque la animaba a ir a la peluquería una vez en semana. No pudo trabajar, pero fue cocinera, limpiadora, pediatra, psicóloga, ordenatodo y nunca se consideró estresada, porque no conocía el significado de la palabra "estrés".



¿Quiero decir con esto que todas las mujeres hoy día tienen tanta suerte como yo de poder elegir su vida? No, pero tampoco lo tienen tan difícil como Carmen. Ya he dicho más veces que no voy a apoyar nunca la lucha por los derechos de la mujer si se convierte en una guerra que vengue al hombre por siglos de opresión. Mirar hacia atrás con rencor no nos va a ayudar a construir un futuro en común. La otra opción es construir una sociedad sólo de mujeres, como el restaurante del anuncio, pero biológicamente aún no es muy viable, y además yo no la quiero.

¿Cuál es el camino entonces? Educar, educar, educar. Somos un modelo para nuestros hijos, y con tristeza escucho decir con orgullo a niñas de doce y trece años que tienen "novio", palabra que nosotras no usábamos en el instituto. Con tristeza veo que cada día se repiten los asesinatos y la violencia familiar con tintes de venganza (haciendo daño a los hijos del otro o a los que se han tenido en común). Con bochorno veo que quienes defienden a capa y espada los supuestos derechos usurpados a la mujer nos ridiculizan con propuestas como el sangrado libre o que combatir el dengue es machismo porque es la hembra del mosquito la que lo transmite. Hay días en que después del informativo matinal ya creo que la última guerra mundial va a ser una guerra de sexos, y hasta caigo en la trampa de pensar que nos lo merecemos.

Sin embargo, tengo dos hijas y no me pienso rendir. Pienso seguir ejerciendo mi libertad como he hecho siempre, sin cuestionarme si el hecho de tener vagina me convertía en un ciudadano de segundo grado, sin sentirme oprimida por el otro sexo, sin miedo a expresar mi opinión, manifestando mi feminidad como crea conveniente en cada momento y en cada etapa de mi vida. No pienso tolerar ninguna discriminación por cuestión de género en mi entorno, ningún desprecio, pero a cambio yo pido a todos los que están trabajando para promover el odio entre sexos que no me salven.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu opinión, anímate a firmarla.