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sábado, 21 de mayo de 2016

Pon en tu vida un escocés

De todas las combinaciones absurdas del mundo, fútbol y política es la que peor llevo, probablemente porque la segunda es demasiado seria para tomarla a chanza y el primero demasiado ocio para ser tribuna. Llevo toda la semana viendo cómo la sección de deportes invade el informativo y medio país se olvida de la noticia importante: que vamos a la deriva hacia otras elecciones que son un desencuentro anunciado. Por tanto, no es de extrañar que este mediodía estuviera de muy mal humor oyendo hablar de nuevo de lo mismo y esperando la decisión de un juez acerca del tema. Media España irritada porque la supuesta bandera enemiga no podía estar presente en la copa del monarca del país opresor, la otra media rebuznando en pro de la libertad de expresión y ahí estaba yo, con mi comida favorita (menestra de verduras) divirtiéndome por primera vez en toda la semana con los informativos.



Soy republicana, internacionalista y del Betis. No iría mañana al Vicente Calderón ni aunque repartieran menestra en raciones. Además, me da igual si un día de éstos Cataluña decide independizarse, así Teruel será perfecto porque tendrá salida al mar. Reconozco que me hace menos gracia cuando me incluyen en ese grupo denominado "el español opresor", más que nada porque al haber sido la primera Comunidad Autónoma en pedir el rescate, deberían usar un tono menos ofensivo. No entiendo el nacionalismo exacerbado más que en casos de vida o muerte, como cuando Vela Bartok salvó miles de canciones de los campesinos polacos de las hogueras nazis, arriesgando su propia vida en el intento. No me parece que el caso de Cataluña sea de vida o muerte, también creo que hay muchos catalanes a los que este proceso de autodeterminación les está determinando la vida y desde luego no creo que tenga que armarse tanto revuelo por un partido de fútbol en territorio "enemigo", parece que nadie se ha planteado la opción de no jugarlo.

Pues bien, esta tarde me divertí con los informativos porque antes de que el juez de lo Contencioso Administrativo número 11 de Madrid decidiera que permitía las esteladas en el partido, nuestros oprimidos independentistas se habían dedicado a hacer campaña de rebeldía en las redes sociales, proponiendo acciones de lo más variado que iban desde llevar en trocitos su adorada bandera para componerla más tarde en el estadio hasta llevar masivamente banderas de Escocia porque Escocia es un ejemplo para ellos a seguir, y eso que los escoceses dijeron que no. Y los informativos, que han seguido dándole prioridad al fútbol por encima de la política nacional a pesar de estar en precampaña, hacían reflexiones sobre el parecido entre la bandera escocesa y la bandera de cierta provincia canaria. Me recordaba un chiste que me habían mandado esta semana por whatsapp y decía algo así como que un hombre era capaz de distinguir siete colores y  una mujer veintiocho, así que yo me imaginaba Anna Gabriel y sus secuaces usando su condición femenina para desechar con desprecio las banderas de Tenerife en las puertas del Vicente Calderón y de verdad que me estaban alegrando la menestra.

Llevar banderas de Escocia a la final de la Copa del Rey es tan absurdo como como el hecho de que un equipo cuyos seguidores pitan al himno nacional la juegue. Creo que si William Wallace levantara la cabeza les haría a los de la CUP el mismo calvo colectivo que Mel Gibson hace en la película. Menos mal que les dejan llevar las esteladas, es menos ridículo. A lo mejor antes de que se juegue el partido alguien vuelve a denunciar porque los del Sevilla promocionan con su equipación a los pueblos blancos de Cádiz y el gazpacho andaluz. A todos los que como yo estáis hartos de tanta sandez colectiva os sugiero que pongáis un escocés en vuestra vida pero que esté hecho de malta, o en su defecto, que tenga tan buen culo como Mel Gibson.



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