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sábado, 14 de noviembre de 2015

Verdugos a la carta

La muerte no reivindica nada, no defiende nada, no da razones, las quita. Anoche París fue sumido en la barbarie, ante la espantada mirada de toda Europa, en directo, por la televisión, por internet. Yo era una de esas personas que veían horrorizadas cómo llegaban ambulancias y sólo salían cadáveres. Recordaba entonces cuando estuve como psicóloga voluntaria en el 11M, en el IFEMA, acompañando a los familiares de las víctimas: allí había miles de personas sufriendo, y les daba exactamente igual si había sido ETA o Al Qaeda quien había perpetrado aquella catástrofe, sólo tenían su sufrimiento, su pérdida.

Ayer leí que Estados Unidos había comunicado la muerte del tristemente famoso verdugo del Estado Islámico. No me alegré por ello, pensé, como se está confirmando, que ellos tienen verdugos a la carta. Es fácil matar si uno está convencido, si hay un paraíso esperando. Matar impunemente, sin posibilidad de réplica, a una persona atada e indefensa, inmolarse en un mercado lleno de niños (aunque esté al lado de una comisaría), entrar en una discoteca donde sabes que nadie tiene un arma, que no hay respuesta posible.

Sembrar el miedo, desestabilizar, e imponer su ley y su desorden es lo que pretenden. Quieren invadirnos, iniciar una guerra y la religión sólo es un hilo conductor, una excusa para captar adeptos, para engañar a quienes necesitan creer. Me gustaría saber qué piensa alguien antes de inmolarse en medio de la multitud, probablemente piense que está entrando en la historia. Pues bien, desde aquí quiero decir que no es así, simplemente está acabando con su propia historia. Y si son muchos los verdugos, más somos los que no vamos a consentir que nos impongan su reinado medieval.

Soy París, soy Londres, soy Madrid, soy la maratón de Boston, soy un avión ruso que cruza el Sinaí y voy a ser todas las cosas que tenga que ser hasta que acabemos con los asesinos de nuestra libertad. Estamos en guerra, y esta guerra la vamos a ganar. Quieren imponernos la Edad Media, y va a ocurrir de nuevo como entonces: la luz de la razón acabará con las tinieblas de la barbarie. La torre Eiffel volverá a brillar.


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