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miércoles, 9 de diciembre de 2015

Las campañas las carga el diablo

Mi programa de televisión favorito cuando veía la tele era Las noticias del guiñol. Lo dejaron de emitir porque en este país los políticos y demás personajes de la esfera informativa, tienen la capacidad de autocaricaturarse, y se acababan pareciendo tanto a su guiñol que el programa ya no ofrecía nada relevante. Lástima.
Esta mañana el cielo estaba bastante gris cuando iba a mi trabajo. El día prometía ser gris en general, con la mitad del país desperezándose tras un largo puente y resignándose en volver al trabajo y encontrar el acumulado de cuatro días.  De repente he oído en la radio que se celebra el Día Internacional contra la Corrupción y lo he entendido todo. Supongo que hoy todos deberíamos llevar un lazo gris de luto por la integridad de quienes tienen la oportunidad de gestionar los bienes de otros y la aprovechan para lucrarse.  Y como se suele decir que la corrupción es el cáncer de nuestra clase política, Facebook debe estar hoy lleno de velas para que nuestros políticos y demás gestores se curen de ese mal.

Velas por la curación de los corruptos
No entiendo por qué tiene que haber un día internacional dedicado a la corrupción. No creo que sea algo sobre lo que merece la pena reflexionar. La única reflexión que saco en claro es que en una sociedad democrática los elegidos por el pueblo para gestionar los bienes comunes están al servicio de todos y no al contrario, como parece algunas veces. El caso es que parece haber muchas vocaciones políticas desde que los seminarios están menos llenos (se cambia el púlpito por el escaño), pero no siempre esas vocaciones lo son de servicio público. ¿Se podrá acabar con la corrupción a fuerza de hacer las gestiones públicas más transparentes? Entiendo que en parte sí, aunque el ser humano seguirá enquistado en determinados aspectos de su evolución como desde hace miles de años, y uno de esos aspectos es el egoísmo que prima al individuo sobre la especie, contra toda predicción biológica razonable contraria.

En un día gris, triste y corrupto como éste de otoño tardío, entiendo que uno sólo se puede refugiar en la fe, y resulta que pienso lo mismo que monseñor Rodríguez Plaza, arzobispo de Toledo, que en su homilía del día de la Inmaculada Concepción, entró al análisis político y sugirió que los atentados de París se deben al vacío espiritual de la sociedad europea, que empuja a nuestros jóvenes a vivir vidas vacías (eso en mi época era pasar horas jugando al Tetris, pero ahora debe ser ponerse un cinturón de explosivos). No contento con eso, monseñor, pasó al análisis sociodemográfico y dijo que el problema de la mujer en España es que busca su liberación evadiendo la maternidad (con unas palabras menos amables hacia mi género).

Monseñor Rodríguez Plaza, por la gracia de dios

Me es muy difícil ser respetuosa con personajes así, que siento que no lo son conmigo, en este caso como mujer y ciudadana europea. No estoy a favor del aborto como método anticonceptivo, por supuesto, y además creo que debería ser el último recurso al que se vea forzada una mujer, pero él, como hombre y supuestamente célibe, no creo que deba permitirse opinar tan a la ligera sobre temas que no son de su terreno. No podemos pedir a los imanes que no hagan apología del terrorismo desde las mezquitas y permitir que en las iglesias, que también se mantienen en pie con nuestros impuestos, las pisemos o no, se coaccione a las mujeres sobre cómo manejar su fertilidad, se diga a los dirigentes cómo tienen que obrar y hasta en ciertas ocasiones se pida el voto, que las campañas las carga el diablo.

Vuelvo a casa y me enfrento a una nueva noticia, de corrupción empresarial, no política. Wolksvagen afirma que las supuestas emisiones contaminantes no lo eran tanto, unos 36.000 coches al año (no se sabe cuántos años). Este día, inevitablemente, tenía que ser gris.

A pesar de todo, el día casi ha terminado y yo quiero seguir pensando que el gris sólo es un tono intermedio, una cortina que abre paso a colores más brillantes, a cielos que volverán a llenarse de luz, como el de París.


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