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sábado, 5 de diciembre de 2015

1460 NOCHES

Hola, me llamo Esther, y soy una indecisa.  Así es como me imagino el comienzo de mi próxima terapia, porque por más que me debato internamente, no sé a qué partido votar en las próximas generales. Todo son cuentas atrás, todo son encuestas y siento que ninguna habla de mí, como en la canción de Sabina. No me consuela saber por los informativos que pertenezco a ese 25% de los electores, no me ayudan las encuestas, las estadísticas ni siquiera los chistes gráficos, aunque estos últimos me hacen reír. Quiero decidirme y no lo consigo.




Uno de los principales defectos que tiene el quehacer político en este país es que se vota a un partido pero toda la campaña se centra en el candidato a presidente, cosa que engrosa el ya crecidito ego de los susodichos candidatos y filtra toda la información, puesto que llega a ser más relevante si Albert Rivera lleva corbata a qué piensa su partido sobre inmigración ilegal o aborto o educación (en esto último da igual, la ley de educación es la menos orgánica de todas, se respeta menos en este país, que los derechos humanos en ciertas partes del mundo). Voy a hacer un repaso por los cuatro líderes principales para justificar mi indecisión, y mi necesidad de terapia… sigo el orden que dictan las encuestas.

Mariano Rajoy, estoy pensando qué puedo decir de él que no lo ridiculice, en fin, es uno de los pocos hombres del mundo que aun teniendo barba no me resulta atractivo. La frase estándar de Rajoy en esta campaña es algo así como que España no está para experimentos (vaya, en esto estoy de acuerdo) y que por tanto no debemos darle oportunidad de gobernar a gente sin experiencia. La experiencia nos avala, creo que es su slogan. Usando un símil paternalista, para no desdecir con la filosofía de su partido, yo diría que a ser padres tampoco se nace sabiendo, es la labor más importante a la que se enfrenta una persona, y no todo el mundo por inexperto mete la pata. En fin, de Rajoy no me gusta nada, aparte de que no considero que haya gobernado él, y que se rodea de los mismos de siempre, por lo que las nuevas ideas y tendencias, si las hay, no afloran en este partido. Hablando honestamente pienso que en lo económico, el país está mejor que hace cuatro años, pero no por los datos estadísticos a los que tengo acceso, sino por lo que veo en mi día a día, en la calle, en mi ciudad, en mi pequeño círculo, en los atestados centros comerciales de gente consumiendo. Rectifico, no sé si eso es estar mejor, pero el dinero circula, al menos el dinero que nadie ha robado aún.




Albert Rivera hasta la fecha no me cae mal, como dicen en Castilla, es majo. Lo que pasa es que mi instinto animal me hace desconfiar de lo desconocido, especialmente de esas largas filas de desconocidos que figuran en sus listas, muchos de ellos tan oportunistas y electoralistas como sus innovadoras y arriesgadas propuestas (eliminar el Senado). Y tengo miedo, temo que muchos de ellos estén tentados por ese segundo y repentino puesto que les otorgan las encuestas, que se vean de la noche a la mañana con la oportunidad de gestionar, y hayan llegado ahí con otras intenciones. Esto me recuerda a la escena de Superman, cuando el maravilloso y ultrairacundo Perry White, director del Daily Telegraph, se pregunta si hay palabras que inexorablemente, están condenadas a ir siempre juntas, como judías y chorizo, o política y corrupción.  En fin, y como dice una de mis citas favoritas de la Biblia, puesto que no eres frío ni caliente, te vomitaré (Apocalipsis 3,16). Echo un vistazo por encima al programa de Ciudadanos, y no encuentro claras posiciones respecto a muchas cosas, tibiedad. 




Pedro Sánchez debe ser algo así como el hijo que Zapatero y Rubalcaba nunca tuvieron, por suerte. No tiene carisma, no tiene argumentos, no tiene dialéctica y tampoco sabe callarse a tiempo, pero tiene una sonrisa imperturbable que lo mantiene a flote. Vale, puede que le tenga manía, pero es que yo siempre he preferido a Carme Chacón, tanto, que probablemente no estaría indecisa si ella fuera la candidata de este partido. ¿Qué ha hecho Pedro Sánchez con esa maravillosa oportunidad que le ha dado la vida de aprender durante cuatro años de oposición? Nada. Improvisar, decir lo que parece que los ciudadanos quieren oír, mejor dicho, lo que quienes contestan las encuestas quieren oír. Cada vez que improvisa, que es cuando se le escapa su propia opinión, mete la pata. Entonces aparece al rescate su gabinete femenino, que es algo así como la parada de los monstruos, feas por fuera y por dentro, furiosas feministas que casi siempre lo empeoran todo. Pedro presume de que es el partido más feminista de España, pero estoy en su web y sólo veo su foto, no consigo encontrar a las candidatas, por suerte para mí.




Y por último, quien nos liberará de la opresión imperialista, Pablo Iglesias. No quiero hablar muy mal de él, porque sé que pronto se suicidará, como dice el chiste, arrojándose desde lo alto de su ego. Sólo diré que a los comunistas se les pide lo que se decía de la mujer del César: no sólo ser decente sino parecerlo. De Marx se dice que llegó a dejar morir de hambre a tres de sus hijos (fue por tuberculosis y bronquitis causadas por las malas condiciones a las que su ajetreada vida llevaron a toda la familia). Yo a Pablo no le pido tanto sacrificio. De todos los datos que ofrece publicar en virtud de la transparencia, sólo quiero que haga público el informe de su vasectomía, para mi tranquilidad. Da igual, me consta que habrá muchos más como él, es más, pronto algún fabricante textil se llenará el bolsillo con camisetas que pongan Yo fui engendrado en el 15M, porque allí, además de hacer el amor y dar mucha guerra, fue donde personajes como Iglesias o Errejón, decidieron erigirse en adalides de los desesperados, de ésos que creían que no tenían voz hasta entonces, de aquéllos a los que empezó a molarles la política porque se hacía en tiendas de campaña. Aún así, y volviendo a las generales, frente a este candidato no me siento indecisa, sino ofendida. Me ofende su descaro, su chiste fácil y soez, su utilización de la desesperación de muchos para prometer una salvación que está muy lejos de ser tal, su desprecio por los que tienen una posición a costa de luchar por ello. Comunismo no es conseguir que el neurocirujano cobre lo mismo que el barrendero, sino que todo el que aspire a ser neurocirujano, pueda serlo.




Dado que no saco nada en claro de los cuatro candidatos, voy a los programas y me acuerdo de lo que continuamente me preguntaban los alumnos cuando era profesora de literatura (todos tenemos un pasado)  y les mandaba leer un libro. ¿De esto, no han hecho película? Y yo siempre les decía que sí. que yo la había visto para no poner en el exámen lo que salía en la película, aunque obviamente era mentira. Creo que voy a ver el debate, que es como una película, porque tengo muchas lecturas pendientes en torno a las 300 páginas, cosas que de verdad me cambiarían la vida, o me la harían más agradable.

Cuando ya estaba a punto de terminar esta entrada, he oído en la radio que la Universidad Complutense en colaboración con otras universidades, ha elaborado un programa para gente como yo, indecisa, y me he ido directamente a la web del mismo, que se llama Horizonte 2015. En virtud de la transparencia, publico mis resultados, aunque confieso que sigo indecisa.




Este programa me ha gustado bastante, aunque está basado en datos muy simples, no en programas electorales concretos, por razones de tiempo, según decía su director en la radio. Utiliza los argumentos que más pueden distanciar las posiciones de uno u otro partido y los enfrenta en la encuesta para determinar la posición del encuestado. Lo que más me ha gustado es que después, te ofrece las respuestas que cada partido da a la misma encuesta. Curiosamente Ciudadanos es el que en mayor número de ocasiones contesta Ni de acuerdo, ni desacuerdo, ¿por qué será?

Lo peor no es qué partido saque más votos, sino qué coalición extraña se aliará para conseguir gobernar esta isla política a la deriva que es España. Me acuesto cada noche pidiendo a dios que ilumine mi decisión, pero probablemente porque soy atea, esa luz no llega. Confieso que en ocasiones he votado en blanco, pero esta vez no quiero hacerlo, quiero decidirme. Cuatro años son 1460 noches. No quiero pasar en vela las próximas 1460 noches pensando que no tuve nada que ver, que no fui partícipe de aquello que nos sobrevenga.




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