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martes, 29 de diciembre de 2015

Magos por un día

El Juez de Menores Emilio Calatayud ha escrito a los Reyes Magos pidiéndoles salud y amor para todos y que no les traigan móviles con internet a los chavales de menos de 14 años. Ojalá sus majestades le hagan caso, al menos en lo primero, porque lo de los móviles lo veo más complicado. Para una persona atea y poco materialista como yo, los reyes suponen el último y definitivo chantaje de estas fiestas, la trampa eterna de la bolsa o la vida.
Todos los niños occidentales creen en los Reyes Magos, todos los que pueden permitírselo, y somos muchos los padres que nos preguntamos ¿hasta cuándo mantener esta mentira? o, ¿cómo decírselo cuando llegue el momento? (en mi caso esto último se solventó una noche de enero en la que a los Reyes se les cayó un juguete musical por la escalera y mi hija mayor se despertó).
La pregunta de si es bueno ocultar a los niños la realidad es un tópico desde la historia de Buda. El pobre Siddharta tuvo que esperar a ser adulto para hacer una excursión fuera del palacio y descubrir la muerte, la vejez, la enfermedad y la religiosidad. Nosotros los europeos, que criamos a nuestros niños como pequeños príncipes, esperamos a que la vida o los informativos les expliquen en qué consiste todo eso, seguramente por eso, Carla, que la semana pasada perdió a su abuela, ha iniciado su carta a los Reyes con la siguiente frase: “que no se muera nadie más”.

Los cuatro encuentros de Buda
Creo que los niños deben crecer en contacto con la realidad, que vivir como pequeños budas no les beneficiará en su vida adulta, pero también que, como en la vida real, un poco de magia no está mal de vez en cuando. Es mi manera de integrar esta tradición consumista en mi forma de vivir la vida. Los Reyes en casa siempre traen libros, algún juguete, y a veces no traen lo que se les ha pedido con exactitud, porque también hay que entrenar la tolerancia a la frustración. Los Reyes lo son esa noche, pero la administradora de todo lo que traen soy yo, por el resto del año.

Así que por mucho cariño que les tengan nuestros hijos a los Reyes Magos o al ratón Pérez, los personajes principales de su vida ahora mismo somos nosotros, sus padres. Mis hijos no recuerdan con exactitud todo lo que los Reyes les regalaron el año pasado, pero sí se acuerdan de que fui con ellos a la cabalgata, o de cuál fue el juguete que estrenamos juntos al día siguiente. Aprovechemos ese protagonismo del que ahora gozamos para educar el resto del año y seamos magos por un día.

En cuanto a los mayores, a pesar de que soy republicana, todos los años los Reyes me traen algo, más que nada para no tener que dar explicaciones políticas la mañana del 6 de enero. Este año me van a traer el calendario benéfico del equipo femenino de rugby de la Universidad de Oxford, a favor de la lucha contra los trastornos de la alimentación. Es decir, uso a los Reyes para colar un mensaje, que sólo el deporte debería moldear el cuerpo de una mujer, nunca su mente, ni la opinión de otros.



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