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miércoles, 16 de noviembre de 2016

Bautismo de Facebook

Es sábado y los niños están dormidos: la ocasión ideal para un desayuno en pareja. Después de tres niños que a veces se convierten en más, lo que antes podría llamarse un desayuno romántico se convierte en un "maravilloso desayuno sin interrupciones". Todo es perfecto: café, silencio, pan tostado y nada de prisas, más o menos mi idea del paraíso. Además, tengo una lista de temas de conversación que he ido acumulando durante toda la semana para hablar con mi marido, hasta creo que alguno de ellos puede estar ya caducado, pero en fin....

Estos son mis pensamientos cuando pongo la taza de café sobre la mesa. Me encuentro a mi marido ya sentado, haciéndole una foto a su desayuno: una tostada con aceite de oliva y jamón serrano. 

-¿Qué haces?
-Es para Facebook. Voy a manifestarme en contra de la OMS y a favor del desayuno mediterráneo.

Mentalmente empiezo a seleccionar los temas de conversación que considero más urgentes, porque veo que mi desayuno en pareja se complica, pero ya es tarde: el móvil de mi marido empieza a vibrar. Mi marido hace comentarios, sonríe o resopla cada vez que consulta el móvil y yo, que no tengo perfil en Facebook, decido poner el informativo, más que nada por compensar esos casi 2000 amigos con algo de compañía por parte de la novia...

La tostada de mi marido viajó por todo el mundo y fue compartida decenas de miles de veces. Aquella mañana decidí hablar de los efectos psicológicos de Facebook, pero como he dicho antes, yo no tenía perfil de Facebook, así que me saqué uno ese mismo día, decidí elaborar mi propio experimento sociológico y me lancé a la RED

Para ello, me hice usuaria de Facebook con un perfil totalmente público, ya que se trataba de un experimento en el que por supuesto no iba a publicar nada que no me importara que fuera público, valga la redundancia. Establecí unas normas de actuación:
  1. Aceptar todas las solicitudes de amistad, excepto las que correspondieran claramente a trolls, aunque alguna se me coló. También decidí no aceptar las correspondientes a perfiles de empresa que no tuvieran ningún interés para mí, las de claro carácter sexual, las limitadas por una barrera idiomática y las que tuvieran como supuesto propietario del perfil a un menor.
  2. No solicitar amistad a nadie, 
  3. Cambiar todos los días la foto de perfil, puesto que es nuestra carta de presentación, y me interesaba mucho saber qué puerta querían cruzar los que venían a mi muro.
  4. Activar messenger.
  5. No mentir.
  6. Aceptar la inclusión en grupos.
A la media hora de mi nacimiento en Facebook, mi marido me solicitó amistad, y a partir de él, empecé a recibir solicitudes de lo más variopinto, tantas, que había días en los que no tenía tiempo de revisar las solicitudes pendientes y contestarlas antes de apagar el móvil, cosa que hago (salvo contadas excepciones) en torno a las diez de la noche. Es cierto que yo dedicaba poco tiempo a Facebook, contados ratos sueltos, en primer lugar porque no disponía de mucho tiempo libre, y en segundo, porque no tenía el hábito de publicar mi vida. 

El escarabajo del que nadie quiso hacerse amigo
Los primeros días, Facebook era una novedad para mí, y reconozco que le prestaba más atención de lo habitual, a veces me preguntaba por qué tal o cuál persona me enviaba una solicitud de amistad, pero pronto dejé de hacerlo porque me di cuenta de que eran preguntas sin respuesta. Lo único que supe desde el principio fue que Facebook es el dominio de la imagen, puesto que prima ésta sobre el texto, y que la gente busca normalmente personas reales, ya que yo ponía de forma alterna fotografías en las que se me pudiera reconocer y otro tipo de fotos generales, y los días que más solicitudes de amistad recibía eran los de mis fotos, cosa que me sorprendía enormemente,porque yo no me considero nada guapa, y sin embargo, del precioso escarabajo rinoceronte que una mañana de junio apareció en la puerta de mi casa, nadie se quiso hacer amigo...

Cuando creé mi perfil, puse que era psicóloga, madre de tres hijos, periodista, curiosa y algunas cosas más, pero no puse que estaba casada, porque no se me ocurrió que pudiera ser una característica que definiera a mi persona. Tres días después había recibido tantas proposiciones de todo tipo que decidí añadir ese pequeño detalle a la información sobre mi persona, pero de nada me sirvió, porque las insinuaciones siguieron y los mensajes privados crecieron a un nivel incompatible con mi actividad diaria, de manera que tomé la decisión de no contestar a nadie, arriesgándome a parecer grosera y a perderme más de una conversación interesante. Creo que el problema básico del messenger radica en cómo se imaginan otros usuarios que eres y cómo se sienten legitimados a inmiscuirse en tu vida sólo porque ven el check verde de messenger. En sólo tres o cuatro días me pidieron amistad, sexo, cariño, consejo psicológico y sobre todo, tiempo (¿a qué hora vas a estar para hablar otra vez?).

Cómo se imaginan usuarios desconocidos

Durante ese primer mes, recibí unas 250 solicitudes de amistad, de las cuales apenas una decena eran de personas conocidas. Mi primera conclusión fue que Facebook era el lugar ideal para vender aquello que no eres a personas que no conocen qué eres en realidad: un mundo paralelo donde crear tu propia versión de tu mejor yo, o hacer cosas a las que no te atreves en la vida real, por eso una desconocida como yo, que apenas publicaba más que fotos durante ese primer mes tuvo tantas solicitudes de amistad. También me pareció que en el caso de personas conocidas, Facebook era un escaparate de las partes que más querían mostrar de sus vidas a la comunidad. Como soy psicóloga y la gente normalmente me cuenta cosas espontáneamente, Facebook no tenía ningún atractivo para mí, porque lo que me suele interesar por deformación profesional es precisamente aquello que la gente no quiere contar.

Después de mi experimento, me fui de vacaciones y disfruté de un largo verano en familia que apenas conté en Facebook. La gran duda era si continuar con mi perfil o no, y finalmente he decidido quedarme porque es una ventana a un mundo lleno de información (aunque haya que comprobarla) y a la información no conviene cerrarle las puertas. Dejo pendiente una entrada sobre los efectos psicológicos de Facebook, que son muy variados, ya os contaré en los próximos días.

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