Esta noche me han disparado los contrabajos,
me he enfrentado al ejército japonés a orillas del río Kwai y he hecho el amor
con Lara Antipova. No es que haya hecho un maratón de cine en casa, aunque las
nieblas del día invitaban a ello, es que he asistido al maravilloso concierto
de la Film Simphony Orchestra, un
concierto para cinéfilos y amantes de la música sinfónica, o según los
objetivos que mueven a su director, para cinéfilos que se acercan a dicha
música.
Constantino Martínez-Orts, cuyo currículum es
más extenso que sus vestiduras, y ya es decir, en su afán por divulgar la
música sinfónica decidió especializarse en música de cine, y así surgió la Film
Symphony Orchestra, que es capaz de transportarte al cine con los ojos cerrados
y así recorre España en su gira anual llenando cualquier recinto al que se
enfrenta, incluido Las Ventas, con
10.000 personas en su último concierto.
Desde mi fila 15 me siento en un bosque: los
violines son las ramas de los árboles, meciéndose con el viento, y a su lado
tintinea un arroyo maravillosamente pulsado por Ana Reyes, la arpista. La
flanquea al piano Bautista Cármena, especialmente protagonista en temas como La
teoría del todo, que a mí me ha encantado. Detrás los instrumentos de viento,
desde la dulzura de las flautas hasta el fragor de los trombones y al fondo,
como siempre, la percusión disciplinada o terrible, según su intensidad.
Cada intervención del programa resume una película en una interpretación musical de tres o cuatro minutos. En cada una de ellas cobra protagonismo un instrumento, así tenemos el solo de flauta en E.T., el apasionado duo de violines en Leyendas de pasión o el acordeón en Doctor Zhivago.
Cada intervención del programa resume una película en una interpretación musical de tres o cuatro minutos. En cada una de ellas cobra protagonismo un instrumento, así tenemos el solo de flauta en E.T., el apasionado duo de violines en Leyendas de pasión o el acordeón en Doctor Zhivago.
El entusiasmo del director es contagioso y se
percibe en cada saludo al público, pero la respuesta del público es
proporcional. Parece estar esperando con ansia la última nota de cada tema para
aplaudir con fervor. Cuatro bises hemos conseguido, y en uno de ellos bailaron
hasta los contrabajos. En otro. Constantino propone al público hacer una
intervención a medias, silbando la canción de El puente sobre el río Kwai
mientras la orquesta toca piano de fondo, así que hoy puedo decir que Martínez-Orts
me ha dirigido. Aún ahora, mientras escribo, revivo parte de la emoción del concierto escuchando el cd de la pasada gira, que por supuesto me compré.
El concierto se termina, inevitablemente.
Antes he estado corriendo entre dinosaurios, luchando por la supervivencia del
planeta y al pie de las colinas del Ngong, y todo esto porque algunas varitas,
o batutas, sí que son mágicas.
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