Qué difícil
es ser uno mismo sin que lo insulten en las redes sociales. Esta mañana
mientras desayunaba he visto en la televisión las agendas de los distintos
candidatos para el día de hoy, y el resumen de las perlas que soltaron ayer. A
Rivera le tocó defender a su número tres en Madrid por un desliz en el que
debió confundir holocausto con festival benéfico y ETA con organización
política, casi ná. Pedro Sánchez dice que ellos hacen campaña para ganar,
como única alternativa de izquierdas, lo que me recuerda a un refrán que sólo
he oído en Castilla, el que tiene hambre
sueña con pan. Rajoy decide rebajar el IRPF a los mayores de 65 años que
voluntariamente sigan trabajando, supongo que porque como a su partido, los
avala la experiencia. El mejor, como siempre, Pablo Iglesias, que se ha dado un
bañito de gloria en la Universidad de La Laguna, basando de nuevo su discurso en criticar a
la casta.
Inevitablemente
me hago la pregunta, ¿seré yo casta? Cada vez que se opina contra Podemos en
cualquier red social, sus adeptos se apresuran a insultar, a llamar casta al
que opina, a más de otras lindezas como estómago
agradecido, expresión esta última que nunca he acabado de entender, puesto
que la única que alimenta mi estómago y el de mi familia, soy yo. Así que no sé
a quién le tengo que agradecer qué.
Como
ciudadana de a pie, simpatizo con la animadversión a los bancos que propugna
Podemos. Obviamente me repugna que se haya rescatado a las entidades bancarias
y dejado hundir a muchos otros, pero el concepto de casta, que inicialmente
surgió en las tiendas del 15M para aludir a los bancos y a los grandes partidos
(que según ellos eran algo así como los malos de la película), cada vez se
extiende más, abarcando prácticamente a todos, quiero decir, a todos los que no
piensan como ellos. Es lo que tiene el pensamiento dicotómico, que te encasilla
en uno de los dos bandos, el bueno o el malo. Esto inevitablemente me recuerda el discurso
de muchos otros que, con el azucarillo del populismo, acabaron imponiendo la
dictadura.
Así que
resulta que si me opongo, soy casta, si pienso, soy casta, si voto a otro
partido, soy casta, si pago mis impuestos y todo mi salario viene en nómina,
soy un estómago agradecido. Creo que no voy a votar a Podemos, porque en su
ideario político no encuentro el perfil de votante que quieren, me confundo.
También es confuso su apartado dedicado a la transparencia, en el que
especifican los sueldos de cada miembro del mismo, e indican que
aproximadamente la mitad se dedican a donaciones, sin aclarar si esas
donaciones son a favor de Podemos, para salvar a las ballenas o en pro de la
liga homosexual, porque eso sí, si eres homosexual no eres casta, aunque existan
homosexuales en todas las formaciones políticas, y sea gracias a uno de los
partidos de la casta que los homosexuales hoy día puedan contraer matrimonio.
Podemos se
define como un intelectual colectivo, cuya
única jerarquía es a favor de la comunidad. Esto me recuerda mucho al ideario
de Falange Española, así que me he ido a su página web y he hecho una serie de
traducciones:
PODEMOS FALANGE
Colectivo de
individuos éticamente superior Unidad de destino en lo universal
Obrero Católico
Pueblo en
marcha Cruzada
Élite
creadora Autoridad,
jerarquía y orden
Ciudadanía,
ilusión, dignidad y soberanía Unión, cooperación fraterna, amor
Ambos
idearios me resultan igualmente atractivos: hacer la revolución social o
católica, acabar con la crisis de fe que es la lepra de nuestra sociedad, con
las clases sociales que intentan imponernos su doctrina mayoritaria. Ser un
referente mundial de personas con unos valores superiores. Me encanta. Sólo
espero que tras el 20D, si no se cumplen sus deseos, Iglesias no amenace con
convertirse en calabaza como hizo Kirchner hace un par de días. Iba a hacer el
chiste fácil del príncipe azul con Errejón, pero se me ha fastidiado, porque
ése ya es sapo.
Íñigo Errejón |
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